14. Jisung

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Estaba nervioso. Y ansioso. Y cachondo.

Joder, sentía tantas cosas a la vez que apenas si podía dejar de temblar sobre el colchón. Minho —sí, ahora era Minho y no Lee— devoraba mi boca como alguien hambriento al que por fin le hubieran servido una comida y no fuera capaz de controlar la gula. Resultaba abrumador. Y ponía en evidencia que me deseaba tanto como yo a él.

Bien. Habría sido muy jodido que no fuera así.

Meterme a hurtadillas en su cama había sido una apuesta arriesgada, pero yo... me había rendido. Quería eso más de lo que había deseado nunca cualquier otra cosa. Lo quería todo. Con él.

No terminaba de encajar las piezas de lo que se suponía que era ahora; ¿bisexual, tal vez? No lo sabía y no me importaba. Y desde luego no iba a preocuparme de descubrirlo justo en ese momento.

Ya llegaría a cruzar ese río más adelante y, si no lo hacía nunca, por mí estaba bien. Podía vivir sabiendo que me gustaba Lee Know. Que lo deseaba solo a él.

A la mierda las etiquetas y a la mierda todo.

Las manos de Minho estaban por todos lados. Parecía como si no pudiera obtener suficiente de mi piel, como si necesitase asegurarse de que realmente estábamos allí; mi cuerpo bajo el suyo y mis labios abiertos para él. Saqueó mi boca a placer, con astucia y de forma minuciosa. Se aseguró de que sus caricias despertaran cada rincón, menos los que yo quería que fuesen despertados, claro estaba. Si no hubiera sido así, no se habría tratado de él.

Le gustaba torturarme. Le encantaba oírme rogar por más. Deshacerme pedazo a pedazo con sus manos y su lengua hasta que no quedase nada de mí. Y yo disfrutaba con ello, para qué negarlo. Disfrutaba demasiado.

Incluso cuando ladraba órdenes como lo haría un capitán a sus tropas, esperando que se cumplieran de inmediato y con total diligencia.

Joder, era sexy de una manera que no sabía ni por dónde empezar a explicar y mucho menos podía comprender.

Su cuerpo empujó contra el mío y nuestras pollas se deslizaron una sobre otra en un baile sin fin. Una y otra y otra vez, llevándome al límite y... Santo Dios, estaba seguro de que Minho no había hecho más que empezar.

Tendría suerte si no me convertía de pronto en un eyaculador precoz.

Alcancé su espalda y le clavé las uñas, y él gruñó y chupó aún con más fuerza mi cuello. Apoyó un codo al lado de mi cabeza y me miró. Estaba seguro de que yo tenía un aspecto lamentable; el pelo revuelto, la piel enrojecida y los labios hinchados, pero él lucía espectacular. Como un puñetero Dios. Con esa sonrisa de pecador que jamás se arrepentía de ninguno de sus pecados. Dispuesto a ir de cabeza al infierno y llevarme con él.

—No podemos hacer esto ahora.

—¡¿Qué?! ¿Por qué? —La voz me salió demasiado aguda y con un leve, y patético, tinte de pánico.

Joder, estaba de verdad desesperado.

Minho tanteó mi mandíbula con la yema de los dedos y repasó luego la curva de mis labios. Su expresión se suavizó, aunque ambos respirábamos a trompicones, y sus ojos adquirieron un brillo casi dulce, mucho más tierno, a pesar de que continuaban ardiendo de deseo.

—Pienso hacerte gritar mi nombre todo el tiempo, chico de oro. Y esta casa no tiene paredes suficientemente gruesas para eso.

—A lo mejor eres tú el que acaba gritando. —repliqué sin dejar de frotarme contra él como un perro en celo; sin embargo, comprendí enseguida lo que no estaba diciendo.

Era de madrugada, todo estaba en silencio y nuestros compañeros de piso dormían en aquella misma planta. Changbin o Hyunjin podían despertarse e incluso levantarse a por agua o al baño. Todos solíamos dormir con las puertas cerradas, por lo que, si oían algo, bien podrían imaginar que Minho se había traído a alguien y estaba teniendo una sesión de sexo salvaje. Solo que Binnie nos había visto llegar juntos y, además, los dos reconocerían mi voz. No nos engañemos, había muchas posibilidades de que yo acabara olvidándome de todo y gimiendo sin control o gritando, por vergonzoso que resultara reconocerlo.

Tu y yo (MINSUNG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora