Capítulo 3 #el maravilloso arte de perder el conocimiento

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El centro psiquiátrico era un caos: internos aprovechando la falta de luz corrían de un lado a otro haciendo desastres, cosas volaban, y se podían escuchar claramente gritos, llantos, risas y cosas que caían al piso. Básicamente se había desatado el infierno. Varios médicos intentaban contener ese caos, aunque sin mucho éxito a decir verdad. Iban a necesitar bastantes jeringas con sedantes para poder controlar la situación. De solo pensar en eso no podía controlar mi emoción y mi miedo. Me sentía aterrada y emocionada.

Estaba a unos pasillos de llegar a la oficina de seguridad cuando un enfermero que no había visto empezó a perseguirme. Apresuré el paso y fingí que estaba divirtiéndome, así como también aproveché la ocasión para hacerlo rabiar de verdad al tirar los papeles que estaban en la recepción. Sin duda esta era la mejor noche que tuve y tendré en el psiquiátrico. Sin embargo aún no terminaba. Debía encontrar a Agus y el enfermero me estaba demorando demasiado.

Me encontraba al borde de la desesperación al no poder deshacerme del idiota que estaba persiguiéndome. Además de que me estaba cansando. Necesito hacer ejercicio maldita sea. Parecía que mi plan había llegado a su fin, cuando de la nada unas manos me agarraron y me hicieron cambiar de rumbo. Un segundo después, una pila de cajas cayó sobre él. Sol y Sofia habían ido a rescatarme. Mientras intentaba recuperar el aliento Sol me entregó la jeringa que el enfermero traía en una de sus manos.

—Espero que no tengas que usarla jefa, ahora vamos por Agus —la seguridad tan desbordante de Sol me emocionó tanto que sin pensarlo demasiado salí corriendo otra vez.

—¡Vamos chicas!

—¡Tarada! ¡Eres... ¡Tarada! ...la mejor!

—Ya casi llegamos... —susurro mientras cruzábamos el último pasillo que nos quedaba— Necesito a una de las dos afuera para que nos avise si viene alguien.

—Los trucos de magia son mi especialidad Lu, vayan ustedes —dice mientras nos empuja suavemente al llegar.

—Entonces quédate con esto —le digo mientras le doy mi pulsera, a lo que ella la toma y sale corriendo de nuevo.

Sin perder más tiempo, abro la puerta de la oficina de seguridad y corro hacia Agus, quién se encontraba sentado en el piso abrazando sus piernas. En ese momento una imágen aparece en mi cabeza y veo a Lucas sentado de la misma manera. Lo había olvidado, todo lo que él sufría por mí, cuando solo teníamos quince años. Sin que pudiera evitarlo mi cuerpo se movió solo y lo abracé.

Al tocarlo él me devolvió el abrazo, y solo entonces pude sentir como todo su cuerpo temblaba mientras tenía un ataque de pánico. En ese instante me sentí culpable. Me odiaba a mi misma por lo egoísta que había sido al pedirle que formara parte del equipo. Nunca imaginé que él sufriría tanto por mí también, como en aquél entonces, donde solo éramos Lucas, Danna y yo. Tengo que resolver esto ya.

—Sofia, las térmicas están justo sobre mi cabeza. Súbelas todas por favor —justo después la luz volvió a todo el edificio en un instante. No había tiempo que perder—. Agus, reacciona por favor, tenemos que irnos ahora.

—¡Maldita! ...Lucia, tenemos problemas... ¡Tonta tonta tonta! —la pulsera de Sofia no dejaba de vibrar.

—Yo... lo siento mucho Lucia... —dijo él con un hilo de voz, mientras no podía dejar de temblar.

—Perdóname por esto —le susurro para luego pincharlo con la jeringa que me había dado Sol, aunque sin inyectarle todo el sedante. Con solo un poco lograría calmarse y así poder moverse.

—¡Aaaagh! ¡Estás Loca! —gritó él, al volver en sí, aunque aún no iba a poder caminar por su cuenta.

—¡Lucia...!

LuciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora