El Secuestro.

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Alessia caminaba por la calle oscura, su corazón latiendo con nerviosismo. Había recibido una llamada anónima esa mañana, pidiéndole que se reuniera con alguien en ese lugar. La voz al otro lado de la línea había sido suave y seductora, pero había algo en ella que le había puesto los pelos de punta.

De repente, un coche negro se detuvo a su lado y la puerta se abrió. Un hombre fuerte la agarró del brazo y la metió dentro. Alessia gritó, pero su voz se perdió en el ruido del motor.

El coche se detuvo en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Alessia fue sacada del coche y llevada al interior del edificio. Allí, la esperaba Adrián, sentado en una silla, con una sonrisa en su rostro.

"Bienvenida, Alessia", dijo, su voz baja y peligrosa. "Me alegra que hayas podido venir".

Alessia intentó zafarse de las manos que la sujetaban, pero eran demasiado fuertes. "¿Qué quieres de mí?", preguntó, intentando mantener la calma.

Adrián se levantó de la silla y se acercó a ella. "Quiero mucho de ti", dijo, su aliento en su oído. "Y voy a obtenerlo, no importa lo que cueste".

Y con eso, todo se volvió negro.

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