Persecución.

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"¡Alcánzenlo!" gritó Adrián al ver a su hermano, el traidor que había intentado matarlo para quedarse con el negocio de la familia. La ira y el odio ardían en sus ojos mientras corría hacia él.

Su hermano, K, había intentado vender la información de la organización a los enemigos de su padre, y Adrián no lo permitiría. La memoria de su padre, asesinado por la traición de su propio hermano, lo impulsaba a actuar.

Adrián recordó el día que su padre lo obligó a matar a uno de sus guardias por vender información a la policía. Desde ese momento, supo que la traición solo se paga con muerte y que no puedes confiar en nadie.

Adrián llegó a una bodega abandonada en el puerto, donde sabía que K se escondería. La oscuridad y el silencio lo rodeaban, pero él sabía que no estaba solo. De repente, escuchó un ruido detrás de él y se dio la vuelta, listo para atacar.

K se rió, burlándose de él. "Quería ver cómo te las arreglas sin papá", dijo, sacando una pistola.

Adrián no dudó. Se lanzó hacia K y lo golpeó con fuerza, haciéndolo caer al suelo. La pistola se deslizó por el piso, y Adrián la recogió, apuntando a K.

"¿Quieres morir?" gruñó Adrián.

K se rió de nuevo, pero esta vez con miedo en sus ojos. "No... no te creas que puedes matarme", tartamudeó.

Adrián apretó el gatillo, pero en el último momento, se detuvo. "No... todavía no", dijo, guardando la pistola.

K se levantó, temblando de miedo. "Esto no ha terminado", dijo, antes de correr hacia la salida y escapar.

Adrián lo miró irse, con la ira y el odio aún ardiendo en su corazón. Sabía que esto no había terminado. La guerra entre hermanos había comenzado.

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