VI

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—Toma niña— Tulok me empuja un tazón que contiene una masa que se ve asquerosa pero que sorprendentemente huele muy bien.

—¿Tiene veneno?—pregunto, levanto mi vista hasta el rostro del guerrero y no me sorprende ver un gesto de fastidio.

—Si lo tuviera, no te lo diría niña— en eso tiene razón.

Tomo el tazón y me lanzo a la comida, tantos acontecimientos vividos me tiene con hambre.

Estoy comiendo rápidamente antes de que el tuerto o algún otro salvaje venga a fastidiarme el momento.

Después de que Zhendyak saliera y me dirigiera la mirada más aterradora en todos los ocho mares, miró a sus guerreros con aburrimiento y se encerró en lo que supongo es su habitación con una de las bailarinas.

Por los gritos eufóricos de la mujer, a toditos nos ha quedado claro lo que sucedía en esos aposentos. Repugnante.

La sonrisa de auténtica felicidad de la mujer al ir tras ese hombre no tiene comparación. Es como si los mismísimos Dioses la hubieran bendecido con la inmortalidad.

Mientras termino mi cena, me aseguro de no dejar ni una sola migaja, quien sabe cuando estos salvajes me darán de comer de nuevo.

—¿Por qué fui la única mujer que trajeron de Annelh?— pregunto viendo a Tulok.

—¿Nunca te quedas callada?— pregunta irritado. Sinceramente no soy muy conversadora con los extraños, lo era con Susanit y Babet. Espero que ambas hayan logrado huir del caos.

—Es tu culpa por raptarme y por quedarte cerca de mí— digo encogiendome de hombros.

No sé que pasa con mi reacción ante todo. Cualquiera en mi lugar estaría temblando de miedo y llorando en cada rincón de este barco, que sería la reacción más acorde a la situación.

Pero no sé que cambió en mi flacucho cuerpo que desde que tomé esa espada y enfrenté al tuerto, siento que no soy una cosa frágil que el viento puede llevarse.

Encontraré la manera de escapar de estos salvajes, solo es cuestión de estrategia y de mantenerme con vida.

—Necesitaba una esclava más— dice respondiendo a mi pregunta de antes.

—¿Solo una?— enarco una ceja y señalo con mi brazo todo nuestro alrededor—Son muchos aquí.

—Seré franco contigo niña—se gira y enfoca sus ojos oscuros como el carbón en mí—¿Viste a las mujeres de antes?

—¿Las de las cintas de colores? ¿O las que están vestidas como ustedes?

—Las de las cintas de colores— dice—Te traje como un regalo para Zhendyak.

—¡¿Qué?!— mi grito alerta a todos haciendo que giren sus cabezas en nuestra dirección.

—Sí, ese será tu maldito trabajo aquí—me observa—Eres atrevida y tienes el fuego salvaje que le gusta.

—No seré una de sus...— rebusco una palabra adecuada— bailarinas desnudistas, estás loco si crees que aceptaré tal cosa.

—Es eso o te tiro al mar.

—Pero ya tiene muchas mujeres aquí—mi cuerpo se estremece—Puedo hacer cualquier cosa, limpiar, cocinar, incluso luchar, pero no me obligues a estar con un hombre como él.

Tulok me observa analiticamente. Sus ojos negros enfrentan mis violetas por un largo tiempo sin decir una sola palabra.

—Tu vida depende de él ahora— se levanta y se va sin decir más.

SusurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora