Jugador {2} ~ (Cuti x Licha)

Tres

Vine a curar un poco las heridas
Que el tiempo va dejando
- Volver a casa, Airbag

—Licha... ah, eh... pensé que eras el Tucu. —Dijo Cristian, rascándose la nuca mientras se moría de nervios. Lisandro se quedó parado frente a él, sin intención de irse a este punto. —Sí, dale, bueno... pasá.

Deja la puerta abierta hasta que Lisandro le sonríe con los labios cerrados por un microsegundo, y entra a la habitación.

La observa cuidadosamente, como si fuera un nuevo mundo, en realidad, era una réplica de la suya y de Nahuel. Atrás, el 13 cierra la puerta de la habitación y mete la traba. Ahora sí, Joaquín no iba a interrumpir ni en pedo un momento como esté, no se lo permitiría.

Incluso si fuera por la más grande estupidez, los dos tenían que hablar, y eso significaba que se necesitaba un poco de privacidad.

—¿Bueno? —Habló Cristian mientras se acercaba a él de a poco. Lisandro estaba dándole la espalda, y él realmente no sabía por qué estaba sucediendo esto. —Eh... ¿Pasó algo?

Se refregó los ojos con cansancio. No había estado durmiendo hace mucho, pero igual sentía como el cuerpo le seguía pesando, al final, el partido los había dejado muertos a un par. Normalmente, con Chile las cosas eran intensas, trabadas; con un historial... interesante por no decir otra cosa.

Lisandro rápidamente se dió la vuelta, y a Cristian se le abrieron los ojos al verlo. No solo parecía que llevaba noches sin dormir, sino que hasta parecía que tenía ganas de llorar pero no se permitía hacerlo. Entre un suspiro, dejó la primera palabra rebotando entre las paredes de la habitación.

—Perdón.

El más alto se quedó estático. Su cuerpo se sentía aún más pesado y no sabía por qué.

Tampoco entendía del todo el perdón. No era capaz de comprender; quizás se había perdido parte de la historia y no tenía idea.

—No... no entiendo. —Habló honestamente, llevando su mano para rascar su mentón. —¿Por qué me pedís perdón?

—No sé. —Dijo el otro. Parecía frustrado, como si no terminará de entenderse a sí mismo tampoco. —Es que, no sé... Siento que soy un pelotudo. Te estoy tratando mal y vos no te mereces eso, creo que es por eso que te pido perdón. Es como que no sé... no... sé.

Lisandro llevó sus dos manos hacía su cara, deslizándolas de arriba a abajo, sus cejas se contraen en algo como confusión y bronca. Finalmente, terminó por dejar sus manos sobre sus caderas, sus ojos inclinados al suelo.

Cristian por su parte estaba atónito. ¿Qué podía decir? Ni él entendía lo que sentía Lisandro. Si el otro no entendía lo que le pasaba, ¿cómo podría saberlo él? Pero al mismo tiempo, se sentía miserable, culpable incluso por haber creado tanta confusión en él; confusión que ni sabía que existía.

—Licha, vos no tenés porqué pedir perdón. No hiciste nada, y no me estás tratando mal para nada. No sé de dónde sacas eso. Pero si a vos te hace sentir bien que te perdone, yo te perdonó. —Explicó, y esta vez se acercó para agarrarlo de los hombros cuidadosamente, sus labios desprendiéndose en una sonrisa.

El más bajó inclinó la cabeza hacia su propio hombro, su cuello levemente atrás.

—No te lo mereces. —Dijo, a oídos sordos de que Cristian ya había aceptado las disculpas. —Creo que todos los problemas los tengo yo. Sigo siendo el mismo pelotudo de siempre que no supera. Todos pasan página, salvó yo, y me da tanta bronca. Porque de verdad, quiero pasar página y poder hablar con vos como si fuéramos amigos de toda la vida... Es como si me hundiera solo en un pozo y no pudiera escapar de ahí. ¿Entendés?