Capítulo 4: Los Indiferentes

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"Indiferencia, el lenguaje secretos entre nosotros".


Es la frase que viene a mi mente al pensar en todos esos momentos en los que el silencio los convertía en cómplices. Decidían simplemente ver y escuchar como el niño era despreciado, herido, hecho a un lado. Supongo que no querían sentir lo mismo o pasar por lo mismo, así que era su manera de evitarlo.

Es normal tener miedo a vivir lo que el otro está sufriendo. Pero, ¿Cómo esperar esa indiferencia por parte de tus propios hermanos? Cuando tu propia familia te da la espalda y permite que pases por tantos momentos difíciles sin siquiera brindarte la mínima ayuda, sin levantarse para defenderte o simplemente darte un abrazo, ¿Cómo es posible que esperes toda la ayuda, todo el apoyo sin dar nada a cambio? El niño se hacía estas preguntas constantemente. Sentía desprecio porque siempre había estado para ellos, siempre se había levantado en su defensa. Estas ideas lo hicieron desconfiar: ¿realmente debía darlo todo por su familia? Se dio cuenta de que las personas solían olvidar lo que hacías por ellas, que podías levantarlas en sus momentos malos y aun así dejarte a un lado cuando la misma situación se presentaba en ti.

Entonces, el niño decidió no darlo todo. No podría hacerlo para nada. Incluso si solo se tratara de él y sus hermanos, no lo haría. Vería por sí mismo, porque si él lo daba todo, ¿Quién lo daría todo por él?

Con el tiempo, más situaciones se presentaron, donde veía cómo sus hermanos preferían a otras personas antes que a él, decidiendo simplemente hacerlo a un lado, al punto de que ni siquiera parecía ser su hermano. Ese distanciamiento aumentó cuando decidieron marcharse y dejarlo solo en la boca del lobo (su casa). Habían preferido quedarse con sus abuelos, claro, es más fácil huir del problema que enfrentarlo, aceptar la comodidad y dejar que quienes gusten del dolor lo reciban en bandeja. Pero no solo era el distanciamiento, sino que ellos vivían de otra manera, se criaban de otra manera, no veían todos los problemas a los que el niño se enfrentaba solo.

El niño creció. Sus hermanos regresaron a casa. Sin embargo, el niño criado en ese ambiente a veces hostil no los veía como hermanos, sino como familiares, incluso a veces ni eso. Indiferencia, eso era lo que él sentía ahora por ellos. Como tuvieron otra crianza, otra vida, cuando hacían las cosas mal, en cierto punto él disfrutaba verlos pasar por lo mismo. "Que sepan lo que se siente," pensaba. Pero, en el fondo, quedaba la memoria de sus hermanos, el amor que sentía por ellos. Y, a pesar de su rencor e indiferencia, comenzó a levantarse, a hacer frente, a defenderlos, a abrirles paso. Creía que demostrando que él podía defenderlos, ellos podrían ver algo bueno en él y amarlo de la misma manera en la que él los amaba. Esa era su esperanza: recibir ese amor que tanto había anhelado y que perdió hace tiempo.

Poco a poco, se veían cambios. Eso levantaba sus esperanzas, y cada vez más los defendía, sin darse cuenta de todo lo que soportaba, todo lo que cargaba sobre sí mismo. A pesar de sus esfuerzos, había momentos en los que sus hermanos le hacían recordar esas dudas que tenía desde pequeño, sabiendo que no importaba, siempre lo harían a un lado y mostrarían su indiferencia.

De cierta manera, esas dudas ya no le importaban. Pero cada vez que se levantaba por sus hermanos, se generaba un desgaste en él. Cada indiferencia mostrada lo agotaba más, lo rompía poco a poco con el tiempo, haciéndolo más frío ante ciertas situaciones. Él siempre era abandonado, incluso por los que tanto quería, sus hermanos. Y aunque el dolor aún lo habitaba, una parte de él ya no sentía la necesidad de buscar su aprobación. Como un espejo empañado, su reflejo se volvía cada vez más distante y desconocido...

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⏰ Última actualización: Jul 27 ⏰

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