Dar a luz <Todos los días.> (Traducción Finalizada)

1

El sol no se puso.

Y la única razón para eso tenía que ser que no hubiera nadie que pudiera parir a la luna. 

La persona que daba a luz a la luna todos los días eventualmente se enfermó y ya no pudo hacerlo. Y por consecuencia, el sol no se ponía y nadie lograba dormir.

"Su Santidad el Papa, ¿Aún no ha bajado el oráculo?"

"¡Ya ha pasado un mes!"

"¿No es hora de que descienda ya un oráculo para decirnos quien debe dar a luz a la luna ahora?"

"¿O lo están ocultando de nuevo?"

Los reyes de cada país, que se habían reunido en el salón principal, competían entre si con voces enojadas para presionar al Papa a darles un nuevo hombre que pudiera darles una luna. Porque la persona que lo hacía tenía que ser responsabilidad exclusiva del templo y no se podía conseguir a nadie más. Ellos se encargan de gestionarlos y cuidarlos, y de garantizar que, por lógica, la luna saliera y se pusiera de forma segura todos los días ¿¡Pero entonces por qué no estaba pasando nada de eso justo ahora!?

"¡Necesitamos una luna, Papa!"

Pero el Papa mantuvo la boca cerrada incluso después de eso así que todos se enojaron todavía más.

El hecho de que el sol hubiera estado brillando durante un mes entero no era bueno para el templo porque eso significaba que la voluntad del Dios que los gestionaba estaba siendo borrada. Naturalmente, la gente derramaría todo su descontento y enojo sobre la iglesia y los sacerdotes y la reunión, que ni siquiera había sido convocada, continuaría día tras día, desahogando su ira hasta que terminarían por desmoronarse los unos a los otros.

Y en el momento en que el Papa presionó su cabeza palpitante entre sus manos e intentó pensar en algo que hacer al respecto, el secretario del Papa, el Sumo Sacerdote, entró corriendo en su dirección, olvidándose incluso de ser cortés.

"¡Su Santidad el Papa! ¡Ya apareció alguien que dará a luz a nuestra luna!"

"¿Qué? ¿Es eso cierto? ¿Quién es?"

"Es..."