1 La prisión y el frente de guerra

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Magnifico conocía bien lo que era perder el control, ya lo había perdido a propósito una vez y pagó con noches plagadas de pesadillas teñidas de rojo sangre durante años.

Pensó que al perder el control por segunda vez las cosas no resultarían igual; después de todo, ahora su propósito era proteger lo que con tanto esfuerzo había construido. Creyó que sería capaz de liberarse a sí mismo al finalizar su cometido, era un adulto ahora y tenía mucha más fuerza de voluntad que cuando era un muchacho.

Al limpiarse sus sentidos de aquella esencia oscura horas luego de ser encarcelado —luego de gritos y golpes frenéticos en un vano intento por salir de su nueva prisión—, cayó mejor en cuenta de lo que hizo.

Sí, cometió actos atroces y no lo negaba pero sólo unas pocas horas. A comparación de todo el bien que hizo por su reino durante décadas, aquel calamitoso desliz no lo hacía merecedor de que todo mundo le diera la espalda. Seguía sin poder creer que su esposa dijo que él traicionaba a su pueblo. Se sentía tan herido al recordar su voz llena de desprecio hacia su persona.

Entonces pensó que debió tratarse de un arrebato en el momento. Sí, al igual que los demás; los había asustado mucho después de todo.

Él seguía siendo su rey: el hombre que les dio a todos ellos un hogar donde podían ser libres de las guerras, la pobreza, los desastres naturales, incluso de los impuestos. Donde la gente podía contribuir a su comunidad de la forma que quisiera y no por ser obligada u orillada a ello. El lugar donde había más posibilidad de que se cumplieran sus sueños; y aun de nunca hacerse realidad todavía tenían la garantía de poder tener vidas largas, plenas y felices.

Lo único que siempre pidió a cambio era un deseo sin que preguntaran exactamente el por qué ¿Acaso era demasiado? "¡No, no lo es! ¡Yo les di todo una y otra y otra vez! No me pueden agradecer de esta forma tan ruin y cruel" exclamó en su mente.

Pensó que alguien sin dudas iba a abogar a su favor cuando todo se hubiese calmado y así tendría la oportunidad de mostrar que era el mismo hombre de antes. Lo que decía el libro estaba mal después de todo, la magia oscura puede abandonar a una persona en ciertas circunstancias y la suya era una de ellas. "Por favor, por favor..."

Y entonces el lugar se iluminó: era su esposa. Bajó sola con una antorcha a la celda individual del calabozo en la que había sido colgado el espejo.

— ¡Amaya! Oh, me alegra tanto verte —suspiró aliviado—. Escucha, tienes todo el derecho de estar furiosa conmigo; pero te juro por mi vida que fue la magia oscura. Jamás te haría daño a propósito ¡Y ya no estoy bajo su control, de verdad! S-Si me das la oportunidad de mostrar-

—Oh, querido —lo interrumpió con una sonrisa, colgando la antorcha en una pared—. Ya sé que no estás más bajo el control del libro.

—Ay, gracias. GRACIAS-

—Y con más razón te voy a dejar allí.

Su mandíbula cayó al mismo tiempo que perdía el aliento por un instante.

— ¿Qué?

—Quiero que estés totalmente cuerdo mientras sufres. Quiero que la culpa, la soledad y la desesperación te coman por dentro hasta que ya no quede nada.

Sacudió su cabeza en incredulidad, respirando poco profundo.

—A-Amaya, por favor; sé que lastimé a todos pero no fue nada permanente, no físicamente —se esforzaba por no titubear—. El trauma que pude ocasionarle a varios puedo compensarlo si me lo permites.

—No, no, no —rió acercándose al espejo—. Ese montón de refugiados idiotas y su descendencia no me interesa en lo absoluto. Yo quiero que pagues por tus otros pecados.

Más allá de los deseos (Magnifico x Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora