Burriana, 2 de agosto 2024
Daba vueltas de un lado al otro, con en corazón palpitándole desbocado contra el pecho y un nudo en su estómago que había intentado deshacer varias veces desde que se había levantado.
Llevaba exactamente tres semanas sin verle, sin saber nada de él más que lo que había visto en redes. Lo suficiente para darse cuenta que sí, que los rumores eran ciertos y que estaba conociendo a otra persona. Otra persona diferente a ella y que ya no era ningún secreto. Habían salido varías fotos de ambos paseando por la ciudad, comiendo en restaurantes y disfrutando de uno de los festivales de los que él formaba parte. Sabía que no podía reclamarle nada, ella fue la que decidió poner fin a la extraña relación que ambos mantenían y la que metió la pata primero, pero le dolía, le dolía como si le estuviesen desgarrando la piel a tiras. Dolía porque lo seguía queriendo al punto de querer arrancarse el corazón, dolía porque se sentía rota, reemplazable y sola, dolía porque era consciente que ella no era para él, que él no se merecía cargar con sus traumas.
No iba a ser hipócrita, ella también estaba conociendo a alguien, alguien que no le aportaba absolutamente nada a nivel sentimental. Lo veía de vez en cuando, follaban, hablaban de cosas banales, salían de fiesta... todo lo que no implicase lo emocional, eso eran. Y no iba a mentir, se sentía cómoda controlando la situación, siendo la titiritera y no la marioneta de sus propios sentimientos, pero no era feliz. No era feliz porque no estaba siendo con la persona que quería ser.
Se había arrepentido miles de veces de ese último adiós porque consideraba que no había nada más doloroso que despedirse de un lugar del que no te quieres ir, pero su cabeza era un remolino de pensamientos intrusivos que nunca cesaba y lo quería demasiado como para atribuirle a él cargos de su pasado que solo les pertenecían a sus espaldas. "Si amas a alguien y no puedes darle lo que se merece, déjalo ir y encontrar la felicidad en otro lugar" había leído en su horóscopo semanal, y eso hizo.
Se miró al espejo del camerino que le habían asignado esa noche y se reconoció al instante, porque ella siempre había sido eso, un fantasma intentando aparentar felicidad en el mundo de los vivos. Le había costado bastante maquillarse esa noche ya que las lágrimas no paraban de brotar, ensuciando su rostro y teniendo que volver a empezar. Agradeció el haber rechazado la ayuda de cualquier profesional alegando que se apañaba sola, de no haberlo hecho probablemente ahora fuese la comidilla del recinto. Después de volver a repasar la máscara de pestañas y el labial, pasó los dedos por la cinturilla de la falda comprobando que, efectivamente, le quedaba grande. Había perdido varios kilos durante los últimos meses y ya se empezaba a notar en su cuerpo dicha pérdida, aunque aún tenía la esperanza de que nadie se percatara de ello.
— ¡Estamos aquí! — leyó en la pantalla de bloqueo un mensaje de Salma y entró al chat para ver la foto que le había mandado adjunta. Eran ella, Álvaro y Lucas y en uno de los palcos VIP del arenal. — La vas a romper, tata.
Había cumplido su promesa, estaba allí.
"Ahora te toca a ti cumplir la tuya" dijo su subconsciente, pero ¿cómo lo haría si lo que menos albergaba el control de su mente en ese momento era la alegría?
Suspiró con fuerzas frente al escenario, antes de salir a cantar. Intentando ocultar en sus movimientos corporales, y en la sonrisa que tantos meses llevaba fingiendo, que estaba hecha pedazos. Salió y los gritos de la gente le hacían eco dentro del pecho, dándole la energía que necesitaba para poder sacar el show adelante, sin la preocupación de tener miles de ojos acusatorios esperando cualquier mínimo error para lanzarle de nuevo a los leones puesto que, probablemente, ni siquiera un cuarto de las personas que estaban allí estuviesen verdaderamente por ella. Los primeros acordes de Enlokiá sonaron, contagiándole la vibra fiestera y positiva del tema, permitiéndole entrar en el mood de artista, sacándose el de humana.
