Capítulo 1: Un error muy caro.

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"150 años después"

Jailiel sabía que lo que le esperaba no era nada bueno, el castigo por quebrantar una regla de la hermandad era duro. Seguramente le echarían a la calle después de aquello.

Como no era hijo de ningún duque rico, sino que lo era de un viejo marqués, que no tenía dinero ni para celebrar banquetes, no tendría más remedio que marcharse.

Cuando el maestre se le acercó, su cara lo expresaba todo. Jailiel recogió sus cosas, mandó llamar a su siervo para que ensillara el caballo y se preparó para dejar atrás todo lo que hasta entonces había conocido.Su siervo, Adolfo, era lo único que mostraba que no era pobre del todo, desde hacía varios años, Adolfo era algo así como su acompañante y ayuda de cámara.


Adolfo llegó con el caballo, salieron de la fortaleza y cuando llevaban ya un rato caminando, Jailiel volvió la cabeza para ver por última vez la fortaleza con la que tantas veces había soñado.Era el lugar donde se formaban los futuros caballeros, hijos de nobles, aquellos que tendrían una grandiosa vida, sirviendo a su rey y su reino, combatiendo a los enemigos y celebrando fiestas,pero eso, ya no sería posible.

Ahora se dirigían hacia los Altos Montes, donde el viejo marqués vivía.

Su llegada no sería bienvenida, pues había defraudado el honor de la familia. El marqués no era muy popular entre la nobleza, en su juventud, no fue precisamente aclamado por su inteligencia o valentía. Era considerado torpe y poco listo. Se casó con la hija de un caballero por conveniencia y de ese matrimonio salió Jailiel. A los pocos meses de nacer Jailiel su madre murió de una infección posparto.

El marqués se encerró en sí mismo y se olvidó de su hijo, dejando su educación a sus tutores y nodrizas. Así, el chico creció sin madre y con un padre distante y lejano.


Al llegar al pueblo, Adolfo recordó como su infancia había transcurrido en aquel lugar. Había nacido en aquel pueblo, sus padres eran simples campesinos, muy pobres, por esa razón él y sus hermanos habían sido "repartidos". Sus hermanos y hermanas ahora trabajaban para nobles en el campo o en el servicio. Pero ninguno era completamente libre, ya que sus padres eran siervos cuando ellos nacieron.

Adolfo llegó al servicio de Jailiel, cuando este hizo una visita al castillo de aquel pueblo.Tenía alrededor de catorce años y su padre decidió que necesitaba un siervo que le acompañara en sus viajes y le ayudara.

La profecía de los sieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora