Capítulo 5: El bosque de Malua

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Era un bosque espeso, de olmos, sauces, robles y otros árboles de hoja caduca. A simple vista, parecía un bosque normal, pero si se escuchaba fijamente, se podían escuchar unos ruidos lejanos, como de risas.

El color del bosque también era distinto, los colores de las hojas y las flores eran muy intensos, demasiado intensos y tenía una luz misteriosa, que hacía estremecerse.

Al amanecer, se pusieron en marcha para internarse en el bosque y comenzar así su búsqueda del tesoro. Pero no tenían muy claro lo que tenían que hacer.
-¿Y ahora qué hacemos?¿Qué se supone que debemos buscar?-preguntó Adolfo.
-No lo sé, una construcción en medio de un estanque, o algo así.-respondió Almina mirando el mapa.
-Pues empecemos a buscar-dijo Jailiel  mientras comprobaba las cuerdas de los caballos, que había atado a un árbol.

Se internaron en el bosque, los árboles se movían con el viento. Llegaron a un claro donde había un enorme estanque, dentro del estanque había una especie de isla llena de árboles. Las ramas de los árboles se entrelazaban formando una pérgola. En el interior se encontraba una piedra rectangular del tamaños de un sarcófago.
-Es aquí, es el mismo lugar que en el dibujo.-dijo Adolfo.
-Pero ¿alguien sabe lo que hay aquí ?-preguntó Jailiel.
-Existe una leyenda...-empezó Almina.
-Sí, continúa.-dijo Adolfo.
-Cuentan que en este bosque está escondida la "piedra de Malua".
-¿Y eso qué es?-preguntó Adolfo.
-Una piedra preciosa que cura todo lo que toca.-contestó Jailiel.
-¡Vaya! Sí que es valiosa.-dijo Adolfo.
-La cuestión es cómo llegamos allí.-dijo señalando a la isla, Jailiel.
-Sí y hay algo que me preocupa.-dijo Almina.
-¿Qué?-preguntaron Adolfo y Jailiel a la vez.
-Que hay un silencio muy extraño, no se escucha nada y estamos en un bosque , tendrían que oírse los pájaros, y... No tenéis la sensación de que nos observan?
Jailiel y Adolfo se dieron cuenta entonces que lo que decía Almina era verdad, no se escuchaba nada .

En ese momento, una cabeza emergió del agua del estanque, era una joven ninfa de cabellos largos castaños llenos de flores, llevaba una túnica mojada pegada al cuerpo y sus ojos eran de un color verde muy intenso.
-Bienvenidos al bosque de Malua, forasteros. Sus ojos eran hipnóticos, producían un ligero mareo.
Los jóvenes se asustaron al verla y entonces la ninfa les preguntó:
-¿Qué es lo que buscáis en mi bosque?¿Qué queréis?-preguntó amenazante.
Adolfo le contestó:
-Solo queremos llegar a aquella isla de allí.-dijo señalando a la isla.
-Oh, ya veo, bien, pues dejad que os dé un consejo, no vayáis nadando. Dijo la ninfa soltando una risita.
- Y ¿cómo pretendes que lleguemos, volando?.- contestó Jailiel.
-Sería más fácil que llegar nadando.- Le replicó la ninfa.
-Así que ese es el reto, hay que averiguar como llegar sin tocar el agua.- dijo Almina.
-Podríamos atar una cuerda de árbol a árbol y cruzar deslizándonos sobre ella.- propuso Adolfo, que había estado muy concentrado de que la ninfa les había dicho que no podían tocar el agua.
-¡Excelente idea! Vamos a prepararlo.- dijo Jailiel mientras sacaba una cuerda de su zurrón.
A medida que iban atando cuerdas, más y más ninfas fueron apareciendo en el estanque, otras se asomaban entre los árboles y arbustos. Cuándo hubieron terminado de atar las cuerdas empezaron a avanzar deslizándose por las cuerdas. Después de quince minutos de duro esfuerzo, llegaron a la isla.

Los árboles formaban un habitáculo rectangular en el que había un enorme sarcófago de piedra. Estaba decorado con inscripciones y dibujos geométricos . En el centro del sarcófago había un hueco redondo.

-Ya hemos llegado, ahora habrá que buscar algo, ¿no?.- preguntó Adolfo.
Sí, mirad ese sarcófago, debe haber algo dentro. Deberíamos intentar abrirlo.- contestó Jailiel mientras empujaba con todas sus fuerzas.
Adolfo se le unió y por más que empujaron, la piedra no se movió.

-Está claro que no vais a conseguir nada así, mirad eso.- dijo Almina señalando el orificio en la piedra; está ahí aposta y me apuesto lo que queráis a que el medallón coincide.
Almina colocó el medallón en el agujero y de repente, la piedra se movió y apareció una caja de madera; algo tosca.
-Ábrela.- dijo Jailiel que estaba un poco nervioso, la piedra se había movido como por arte de magia.
-Ya voy, un momento.- contestó Almina. Cuándo abrió la caja se encontró con un manuscrito y con una piedra pequeña,lisa y redondeada, como un guijarro de la playa.
-¿Qué es eso? Se suponía que la "piedra de Malua" estaba aquí .-dijo Jailiel decepcionado, se había imaginado un brillante rubí, y habían encontrado un guijarro, estaba claro que alguien se les había adelantado.
-¿Qué pone en el manuscrito?.- preguntó Adolfo ignorando a su señor.

-Pone:
​"Por tierras élficas muy lejanas
​​el heredero va en busca de verdad.
​​Sólo con humildad, lo comprenderá
​​Que algo hay que dar para poder llegar
​​pues siete son los necesarios para
​​el secreto desvelar."

-Y ahora ¿Qué hacemos?.- preguntó Adolfo mirando a su alrededor.
-Lo primero, volver a tierra firme, mirad cuántas ninfas hay ahora. No tienen muy buena cara.
Las ninfas eran cada vez más y más y tenían cara de pocos amigos.

Cogieron la caja, con la piedra y el manuscrito y la metieron en una alforja que Adolfo se colgó de hombro.Empezaron a cruzar por la cuerda, y fue entonces, mientras Almina se deslizaba por la cuerda que una ninfa se irguió y con una de sus uñas, la cortó. Almina cayó al agua. Jailiel y Adolfo, que estaban en la orilla, intentaron lanzarle una cuerda rápidamente para que no se ahogara. Pero el agua estaba envenenada y Almina aullaba de dolor mientras intentaba agarrar la cuerda. Mientras tanto, las ninfas miraban y sonreían. Una de ellas, la primera con la que se habían encontrado, dijo:
-Un precio debías pagar por la pista hallar.- dijo con voz burlona. Nosotras somos las guardianas de éste lugar, nuestro trabajo es evitar que salierais ilesos.
-¡Malvadas!.- les grito Adolfo mientras tiraba de la cuerda. Al otro extremo de ella se hallaba Almina, a punto de desmayarse de dolor. El veneno había hecho que sus músculos se paralizaran, dolorosamente, poco a poco. Consiguió llegar a la orilla y al tocar tierra perdió el conocimiento.

Adolfo la cogió en brazos y junto a Jailiel fueron donde se hallaban sus caballos, intentaron reanimarla, sin éxito .La cubrieron con mantas y montaron el campamento

La profecía de los sieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora