El final. (Tres)

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Estoy asustada y horrorizada. No sé qué hacer. Leonard nunca me había hablado de aquel modo.

Me despido de Tom y salgo de allí lo más pronto posible.

Llego a la calle rosales. Todo está en silencio. Las casas están oscuras. No hay ni una farola encendida. Está desierto y tengo frío. Y a la vez miedo. ¿Dónde está Leonard?

Alguien me toca la espalda por detrás.

Mi cuerpo da un shock eléctrico y tengo escalofríos. Volteo y está allí Leonard.

Lo abrazo. Nunca sentí tanto deseo de verlo. Él rechaza mi abrazo y se aparta.

-Leonard, ¿Qué ocurre?

Nada. Sus labios no se despegan.

-Leo, Habla.

-Jully, ¿Qué te hice?

-¿Qué me hiciste por qué? no me has hecho nada. Que yo sepa.

-¿Y por qué me hieres?

-¿Qué? yo en ningún momento he hecho tal cosa...

-¿Qué dices de estos mensajes?

Saco su celular de un bolsillo y me lo mostró.

Eran mensajes, mensajes míos. Diciéndole cuanto lo odiaba y que me dejara en paz, que yo no estaba enamorada de él. Que lo superara. Que lo usaba porqué era un nerd manipulable que hacía mis tareas cuando yo quería. Que nunca lo iba a amar.

-Leo. Yo nunca escribí estás cosas horribles. Te lo juro. Nada de lo que dice aquí es verdad. Fue... fue... Fue Tom.

Aunque me doliera admitirlo había sido Tom. Pero no se iba a salvar de esta. Este era el colmo. Lo iba terminar así hiciera magia. Ya estaba harta de sus constantes ataques de celos hacía Leonard. Y más, que me ponía entre la espada y la pared.

-No te creo. No te creo nada. No malgastes mi tiempo y dime de una vez por todas ¿por qué?

Estaba empezando a enfadarme. ¿Cómo podía preguntar algo así?

-No he sido yo. Te lo juro Leonard.

Miro a su zapato y se le corrió una lágrima que cayó al suelo.

-Entonces... no has sido tú, vale. Pero... ¿tú no me amas cierto?

Me quede de piedra. Y él me miraba como un sicario apunto de asesinar a su víctima.

-¿Qué si te amo? Claro que te amo. Te amo como una hermana ama a su hermano. Eres como mi hermano Leonard.

-Pero no me amas como yo quiero...-de la parte de atrás de su pantalón saco una pistola.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, estaba horrorizada, asustada.

-¿Qué...? ¿Qué haces con eso, Leo? Suelta esa arma. Suéltala. Suéltala Leo, ¡Ya!

Mi pulso se aceleró y me temblaban las piernas.

-Leo... por Dios... piensa en tu madre, en mis padres. Leo...

Cogió el arma fuertemente y se la puso en la sien.

-Lo hago por ti, Jully.

Esta vez me puse eufórica y le grite:

-¡No! ¿Qué te sucede? No hagas nada por mí... Leo, por Dios, no.

-Jully, está decisión está tomada. No quiero hablar de ello. Solo quiero que disfrutes el momento. Quiero que veas acabado lo que tú acabaste.

Lo que oculta mi sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora