1. Un vacío inexplicable.

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Mi nombre es Marcelo. Soy el número 7438. Se dice que en el futuro mi nombre dejará de importar, que pasaremos a identificarnos solamente por nuestro número asignado, pero a mí eso realmente no me importa, porque yo no estaré vivo para cuando ese momento ocurra.

Voy camino a casa, luego de terminar con mis labores diarias; una jornada de nueve horas, como la que cumplen todos los que vivimos aquí. El resto de la tarde sirve para realizar otras actividades sociales. Nos transportamos tranquilamente, las avenidas son fluidas y están bien iluminadas, pues el sol se ha ocultado temprano. Mi tiempo de traslado no se extiende a más de media hora. Ya en casa preparo una cena rápida. Otros días, cuando tengo más ánimos, suelo preparar algo más elaborado, pero ahora mismo lo único que quiero es llenarme la barriga e irme a dormir pronto. Estoy cansado, me duele un poco la espalda, pero también siento un cansancio diferente, no lo sé, es como un fastidio, como si hubiera algo que me hace falta. Tengo una extraña sensación interna de vacío que no sé cómo llenar.

Astrid llega corriendo, ha olido su cena. La gatita maúlla mientras se restriega entre mis piernas esperando a que ponga su platito en el suelo, después no vuelve a hacerme caso, termina su comida y se va a su cama. Hoy quiero imitar a Astrid. Me pregunto si la gata se sentirá igual que yo, si echará en falta algo dentro de ella, o si sólo es mi estado de conciencia lo que me tiene intranquilo, a final de cuentas mi vida y la de Astrid no es muy diferente; ambos realizamos actividades y dormimos, pero ella parece no preocuparse por nada. Astrid sabe que yo siempre le tendré su alimento, así como yo sé que me llegará mensualmente el mío a cambio de mis horas laborales. Tal vez solo tendría que dejar de estar pensando en todo eso y continuar con la vida tal cual es, después de todo nada me hace falta, o eso se supone, ¿qué más podría desear? ¿Una pareja? Tal vez eso sea, tal vez para Astrid es más sencillo porque sabe que yo estoy aquí para ella, y aunque ella está también para mí, supongo que no es lo mismo, y que tendría que tener compañía de mi propia especie.

He terminado de cenar, llevo los trastes sucios al lavavajillas y camino rumbo a la recámara. Astrid ha maullado molesta porque encendí la luz. Quería darme un baño antes de dormir, pero estoy cansado y prefiero lanzar los zapatos, ponerme mis pijamas y sentarme en la cama a ver algo por el televisor. Encuentro pura propaganda, me tienen harto. Apago el televisor y la luz de la habitación. No estoy totalmente a oscuras porque por la ventana se cuela un poco de luz del exterior. Mierda, las calles están demasiado iluminadas. Aún es temprano, pero no quiero hacer nada más que estar aquí recostado. Me siento culpable, tendría que estar aprovechando mi tiempo porque pronto voy a morir. Y qué más da, pienso, si me muero en este preciso momento. Qué más da lo que haya o no haya hecho, si ya no existiré y a nadie va a importarle un carajo si me preparé una cena ostentosa, o si lave los platos sucios, o... yo qué sé, no hay nadie más aquí, y si a mí me importa una mierda si estoy desperdiciando el tiempo, ¿por qué iba a importarle a alguien más?

El resto de mi vida será así. Eso debe ser lo que me tiene tan marchito. ¿Tenerlo todo? ¿Qué es todo? La propaganda dice que tenemos todo, pero a mí me hace falta algo dentro y estoy seguro de que ellos no tienen nada que me ayude a llenarlo. Me asignaron un número, un empleo, un hogar, un transporte, alimento... lo necesario para vivir, pero... ¿Qué mierda de vida es esta? Da igual, mi fecha para trascender ya está asignada también, la he elegido. Ojalá hubiera elegido otra fecha, una más próxima.

No sé qué es lo que me pasa. Sigo así toda la noche, dándole vueltas al asunto en mi cabeza. Tengo asignado el día de mi trascendencia, el día de mi muerte, pero lo cierto es que nunca me he sentido vivo, y siento que debería intentarlo mejor, hacer algo al respecto. No puedo pasar el resto de mi vida sintiéndome así, ¿cierto? 

Astrid duerme tranquilamente, y luego de mucho pensar y pensar, finalmente me gana el sueño y me quedo profundamente dormido.

Eudemonía AsistidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora