─ ❙˗ˋ⌦; preludio﹚ะ❱• 𝟗𝟗𝐭𝐡 𝐝𝐞𝐚𝐭𝐡...

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¿Qué había hecho mal en esta ocasión? ¿En qué se equivocó? Einar se preguntaba, observando al cielo, mientras era juzgada, otra vez frente a la gran plaza. Observando cómo Alice, su dulce Alice, era quemada viva. Con la carne al rojo vivo y el olor nauseabundo. Todos gritaban, felices por la muerte de la bruja; a excepción de él.

Había vuelto a retroceder en el tiempo. Una. Dos. Tres... Noventa y nueve veces. Tratando de salvar a Alice, pero siempre acababa igual. Él la perdía.

A veces Alice lograba acercarse a su familia, pero era acusada de cualquier cosa. Por la emperatriz o por la primera concubina.

A veces Alice lograba escapar de Arbezela, pero era encontrada por hombres mucho peores a su padre. Ultrajada hasta que aburridos, ellos la mataban.

A veces él lograba llegar a ella, protegerla; pero era mandado lejos al campo de batalla. Al final, Jaider simplemente la sacrificaba en nombre de Astotelia.

A veces...

A veces...

A veces Alice ni siquiera veía el cielo fuera de su torre; muriendo por la falta de alimento. Segundos antes de que él la encontrara y liberara.

A veces ella misma ponía fin a su vida.

A veces Alice no decía nada.

A veces Alice lo decía todo.

Cuando lograban encontrarse, hacer una amistad nacida del sufrimiento. Cuando Einar se convertía en un guardián del reino y podía estar a su lado, así fuese por cortos momentos.

Ella volvía a contarle su vida. Cómo en la primera vida. Siempre pidiendo lo mismo cuando sabía que moriría.

Pidiendo no ser olvidada por él.

Deseando ser recordada por alguien.

No queriendo ser dejada como su madre.

Alice...

Tan inocente al ciclo del tiempo que se repetía alrededor de ella.

Porque Alice era el compás que marcaba al norte para Einar. Un compás que siempre se rompía antes de que él pudiese llegar.

Einar volvió a cometer los mismo errores que todas esas noventa y ocho veces antes. Él creó un alboroto en la gran plaza.

Justos siempre pagaban por pecadores..

En esta ocasión, Alice fue acusada de envenenar al emperador. A su propio padre, incluso cuando este no era un padre. Pero Einar sabía de su inocencia.

Todas esas vidas la había anhelado a la distancia, decidido a protegerla desde las sombras. Esperando el momento de su cumpleaños dieciocho para llegar a ella.

Aunque como siempre, ella era asesinada antes de eso.

¿Lo único bueno?

Jamás recordaba nada.

Einar pondría fin a todos en Arbezela antes de permitir a Alice recordar cada una de sus miserables muertes.

El sol debía seguir brillando para iluminar a la luna, aún si la luna, cada vez que el sol moría, terminaba poniendo fin a su propia vida.

El fuego ardió a sus ojos.

Con un suspiro, él lo supo.

La masacre de siempre, tan acostumbrada al punto de terminar enfriando su corazón, dió comienzo.

SÍDHE - Las joyas de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora