Le Normand

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- Robin Le Normand -

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Me bajé del coche como todos los medios días, llegando del trabajo. Y como siempre también, mi vecino estaba sentado en el porche de su casa. Le daba igual el calor o frío que hiciera, incluso si estaba lloviendo él esperaba fuera para saludarme.

-Buenos días vecina -saludó, pero esta vez acercándose a mí.

-Buenos días Robin -sonreí.

-Te ha llegado un paquete, lo he recogido yo, espero que no te moleste -me comentó.

-¿Molestarme? No claro que no, es un paquete muy importante, gracias -agradecí.

-Lo tengo en casa, si quieres pasar -propuso.

-Dejame ponerme algo más cómodo y charlamos un rato -le pedí.

-Por supuesto, no hay prisa -asintió y volvió a su casa.

Yo entré y dejé el bolso por ahí tirado, necesitaba quitarme está falda entubada pero ya, era lo más incómodo que había llevado nunca.

Una vez me cambié y me aseé un poco llamé al timbre de la casa de al lado.

Robin era un chico que ponía a cualquiera. Era guapo, atractivo, inteligente, sexy y estaba muy fuerte. Entrenaba todos los días. Buen jugador de fútbol y sonrisa de anuncio.

-Oye, que bien huele -le dije al entrar.

-He cocinado algo y lo estoy calentando para comer ahora -me dijo.

-Chico lo tienes todo -suspiré.

-¿Todo? ¿Qué es todo? -soltó una risita.

-Bueno... -carraspeé-, eres guapo, buen cocinero, simpático.

-Muchas gracias -sonrió.

Tenía una sonrisa tan embelasadora que me quedé mirándole sin poder apartar la vista. Siendo sincera, no era su sonrisa lo único que me llamaba la atención.

-¿Te parece? -me sacó de mis pensamientos.

-¿Qué? -volví en mí.

-Que si te apetece quedarte a comer -me ofreció.

-Oh, pues vale, muchas gracias -asentí.

Nos sentamos en la mesa a comer mientras charlábamos.

-¿Qué tal el entrenamiento hoy? -le pregunté.

-Demasiado, no puedo más, llego tan cansado que de lo único que tengo ganas es de acostarme -contestó.

A mí también me gustaría acostarme, pero contigo.

-Bueno, tendrás que estar perfecto para los partidos -me encogí de hombros.

-¿Me ves? -preguntó con una sonrisa burlona.

-Bueno, a veces -comenté con una sonrisa.

Lo veía siempre que jugaba, no me perdía ni un solo segundo de los partidos, pero tampoco iba a aceptarlo.

-Pues para que me veas sí o sí te puedo invitar a un partido -

-Me aburre un poco verte -negué con la cabeza.

-Pues nunca dejas de mirarme -soltó y casi me atraganto comiendo-. Hombre, si me miras por la ventana todas las mañanas mientras me cambio...

Me quedé callada, sin saber que responder, porque tenía toda la razón. Admiraba su cuerpo todas las mañanas y no me cortaba un pelo pensando que no se daba cuenta.

-No, eso no es así -negué.

-Ah no, pues se te cae la baba -rió.

-No insinues cosas que no son.

-No te preocupes, yo también veo cosas. Intento apartar la mirada pero tu cuerpo me lo impide -comentó sin vergüenza alguna y mis mejillas se sonrojaron al instante.

-¿Perdón?

-Ambos hacemos cosas que no están bien, no te preocupes, pero bueno, para la próxima lo podemos hacer más cerca, ¿no? -preguntó.

-Pero bueno que descarado -reí ante mi nerviosismo.

-¿Descarado yo? Descarada tú -me señaló.

-No soy yo la que espera a su vecina todos los días para saludarla, ¿no tienes nada mejor que hacer? -levanté las cejas.

-Es que verte todos los días con esa falda que te marca todo es mucho mejor que hacer otra cosa -aclaró.

-Pues la mejor parte del día es cuando me la quito, ¿eso también lo ves? -pregunté burlona.

-¿Por quién me tomas? También es mi momento favorito del día, por supuesto que te veo -asintió ofendido.

-Oye no, no puedes mirarme a todas horas, yo solo lo hago por la mañana, búscate una sola hora tú también -lo señaló.

-Al mediodía sin duda alguna -escogió.

-Mira, mejor me voy -me levanté porque esta conversación se nos estaba yendo de las manos.

-Tú te lo pierdes -se encogió de hombros.

-No, no me pierdo nada -cogí mi bolso para irme.

-Te dejas el paquete -lo sujetó entre sus manos.

-Damelo -le pedí acercándome a él.

-No, dame un beso -señaló su mejilla.

-Dejate de tonterías -negué intentando alcanzar el paquete.

-Solo un beso, para despedirte como se debe, te he invitado a comer -levantó la cejas.

-Un beso en la mejilla y me voy -advertí.

-Vale -asintió sonriente.

Me acerqué a darle un beso en la mejilla, pero conocía perfectamente sus intenciones así que agarré primero el paquete y me di la vuelta rápidamente.

-Hasta mañana vecino, no te olvides de quitartelo todo cuando te levantes -le guiñé el ojo.

-A mí me gusta más cuando te quitas la falda poco a poco.

-Adiós -sonreí y me fui.

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Cortito pero igual espero que les guste.

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Besos mis niñas.

One shots || Selección española  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora