Fermín

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— Fermín López —

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—Hola —saludé al entrar.

—Hola cielo —la madre de Fermín me abrazó—, está en su habitación —sonrió.

—Voy a verlo —asentí.

Caminé al final del pasillo y abrí la puerta lentamente, al notarlo me miró.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó.

—Tu madre me llamó, y vi por las redes del club que estabas lesionado —le contesté mientras entraba en la habitación.

—¿Y para qué has venido?

Podía llegar a entender su enfado. Él y yo éramos pareja hasta hace poco más de un mes y sabía que seguía molesto por haberlo dejado.

—Para ver como estabas —me senté a su lado en la cama.

—Pues lesionado, ya te puedes ir —miró a otro lado.

—Sé que estás enfadado y lo entiendo, pero por favor, no te cierres así conmigo —le pedí acariciando su espalda.

—No descansé, no frené el ritmo cuando debí hacerlo y ahora ha traído consecuencias, lo peor es que fue entrenando Sofía, quise empezar a entrenar, me sentí capaz de volver a la intensidad y ha sido peor —negó  con la cabeza agobiado.

—Tienes que dejar de culparte, y trabajar para mejorar poco a poco. No te estoy diciendo que te vayas al gimnasio a entrenar porque eso sería peor, pero si ni siquiera sales de la cama empeorarás —aseguré.

—Es que no quiero Sofía, no tengo nada que hacer aquí, los chicos han viajado para un partido, y estoy solo y aburrido —bajó la cabeza.

—Entonces solo hay una solución —sonreí.

—¿Cuál? —me miró.

—Me tengo que quedar contigo este finde —respondí y él sonrió.

—¿De verdad?

—Claro que sí, así tu madre descansa de ti y tu mal humor —reí al ver su cara.

—Que graciosa.

—Por supuesto que lo soy —asentí y él rodó los ojos, yo volví a reír y lo abracé.

—Chicos, perdón por interrumpir, pero voy a ir a comprar algunas cosas del super que te hacen falta —avisó a su hijo.

—Mamá no hace falta, puedes volver a casa con papá, Sofía se va a quedar conmigo el fin de semana —le dijo.

—¿De verdad? —de tal palo tal astilla.

—Sí, así puedes descansar un poco de él —asentí.

—Bueno, entonces prefiero dejar que disfrutéis de vuestra compañía solos —sonrió.

—Después vamos nosotros a comprar —le dijo su hijo.

—Bueno, está bien, ya nos veremos.

—Adiós —nos despedimos y su madre se fue.

—¿Has viajado en avión solo para verme? —preguntó asombrado.

—Sí, y yo solita.

—¿Con el miedo que te da? —me recosté en su hombro.

—Con miedo y todo, pero tenía que venir a verte —me encogí de hombros.

—¿Tenías ganas de verme?

One shots || Selección española  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora