Capítulo 12

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Miro al techo fijamente mientras recuerdo la noche de ayer con Nico en la piscina.

La alarma de mi móvil sonó hace 30 minutos, el mismo tiempo que llevo tumbada en la cama mirando al techo sumida en mis pensamientos.

Pican a la puerta.

-¡Luna!- reconozco la voz de Martín al otro lado de la puerta.- ¿Estás bien? El desayuno va a acabar en 15 minutos.

Sigo tumbada en la cama, sin darle una respuesta.
Ahora mismo no me apetece ver a nadie, ni a Martín, ni a Nico y mucho menos a mi tío.

Bufo de rabia y me levanto de la cama. Me pongo un pantalón de chándal corto y una camiseta, me ato las deportivas, cojo el móvil y la llave y bajo al comedor a desayunar antes de que cierren.

Cuando llego al comedor, está casi vacío. Los únicos que quedan ya han terminado de desayunar y están de sobremesa.

-¿Se te pegaron las sábanas?- me sobresalta mi tío apareciendo por detrás.

-Anoche me dormí tarde.- respondo con una sonrisa.

En ese mismo momento aparece Nico, pasando justo por nuestro lado acompañado de Rodrigo y Remiro.
Nuestras miradas se cruzan por un instante y mis mejillas se acaloran.

-Ya veo.- responde mi tío con un tono entre duda y desaprobación.- Date prisa, van a cerrar y el entrenamiento de por la mañana es en 45 minutos.

-Pensé que hoy no teníamos que ir, que nos quedábamos editando.

-Te necesito para ver si consigo que se piquen un poco y corran un poco más, así que coge unas deportivas de correr.

-Entendido.- respondo con una leve sonrisa.

Mi tío sale del comedor y yo voy directa a coger un poco de fruta y un yogur. Me siento en la mesa más cercana e intento concentrarme en el desayuno y no en el nudo de nervios que tengo en el estómago.

Termino rápidamente y subo a mi habitación a cambiarme. Me pongo unos leggins cortos, un top deportivo y encima una de las camisetas de entrenamiento. Me ato las deportivas y bajo al vestíbulo, donde ya están todos listos para el entrenamiento.

-¿Estás bien?- pregunta Martín pasando su brazo por mis hombros.-Te llamé por la mañana, pero no respondiste.

-Me quedé dormida.- miento, tratando de sonar convincente.

Martín me mira con una mezcla de preocupación y escepticismo, pero no insiste. Al menos no por ahora.

Salimos al campo de entrenamiento, y me esfuerzo por mantener mi mente enfocada en cualquier otra cosa que no fuese la noche de ayer.

Los chicos empiezan a calentar en el campo y Martín me acompaña hasta la pista de atletismo que rodea el campo.

-Exactamente, ¿qué es lo que quiere que hagas de la Fuente?- pregunta, mirándome con curiosidad.

-Dijo que a ver si conseguía que corriesen un poco más rápido.- me encojo de hombros mientras caliento en estático.

-¿Tan rápido corres?

-¿Dudas de mis capacidades?- le desafío, levantando una ceja.

-Para nada.- responde con un tono cálido.

Levanta su mano y recoge un mechón de pelo que se me ha salido de la coleta tras mi oreja. Al retroceder su mano, la pasa por mi mejilla, acariciándome delicadamente. Siento un escalofrío recorrer mi piel, pero intento mantener la compostura.

Un balón llega volando hacia nosotros y le da a Martín en el brazo.

-¡Perdona tío!- grita Nico desde el campo.- ¿Estás bien?

Martín levanta un pulgar y luego se frota el brazo en el que le ha dado.

A mí se me escapa una pequeña risa, pero enseguida me recompongo.

De la Fuente se acerca a nosotros con toda la plantilla detrás.

-¿Preparados para un reto?- pregunta con una sonrisa.
Los chicos asienten, algunos con expresiones de determinación y otros con sonrisas divertidas.

-Vais a correr una vuelta a la pista contra ella.- anuncia, buscando motivarlos.- El que llegue último tiene que llevar las botellas de agua de todos al vestuario hasta el partido contra Georgia.

-Eso está chupado.- responde Fermín, que se pone justo a mi derecha.

Nico se pone a mi izquierda y el resto se va colocando.

-¡A la de tres!- grita mi tío-. ¡Uno, dos, tres!

Salimos disparados. Desde el primer segundo, noto que Nico y yo estamos a la par, ninguno dispuesto a ceder ni un centímetro. Las piernas se mueven automáticamente, impulsadas por la competitividad.

-¡Vamos, Luna!- grita Martín desde la salida, animando.

La primera mitad de la vuelta es intensa, tengo a Morata pisándome los talones por la derecha y a Lamine por la izquierda, mientras que Nico está a mi lado.

Llegamos a la curva final, y ambos aceleramos. Nos adelantamos mutuamente por milímetros, ninguno dispuesto a ceder.

-¡Dale, Luna!- escucho a todo el cuerpo técnico gritar desde la distancia.

A pocos metros de la meta, nos encontramos exactamente igualados. Con un último esfuerzo, impulso mis piernas con todo lo que tengo. Nico también acelera y cruzamos la meta prácticamente al mismo tiempo, dejando al resto del equipo varios metros atrás.

Nos detenemos, respirando con dificultad, y nos miramos con una mezcla de agotamiento y satisfacción.

-Eres increíble.- dice Nico entre jadeos, con una sonrisa en el rostro.

-Tú tampoco estás tan mal.- respondo, devolviéndole la sonrisa.

El resto del equipo llega segundos después.

-Buen trabajo, Luna. Y tú también, Nico. Eso es exactamente lo que quería ver hoy.- dice de la Fuente, asintiendo con aprobación.- Fermín, ¿no estaba chupado?

-La madre que la trajo.- jadea Fermín tumbándose en el suelo mientras recupera aire.

Nos dirigimos a la zona de descanso para recuperarnos, y mientras tomo agua, siento una mezcla de alivio y emoción.

A Escondidas (Nico Williams)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora