Ardamos entonces

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N/O

Gustabo volvió a estirar la corbata de Conway para juntar bruscamente sus labios, probándolos como si de un manjar se tratara. El de hebras grises solo pudo devolverle el beso, con una pasión secreta, contenida desde hacía mucho tiempo.

La batalla liberada por sus lenguas cada vez incrementaba más en intensidad, en una guerra por saber quién de los dos tenía la dominancia, chocando sus dientes entre sí, creando sonidos obscenos, desesperados por el calor del otro.

Las manos traviesas de Gustabo empezaron a hacer de las suyas, explorando los hombros del ojimarrón, bajando el tacto poco a poco por su pecho y acabar acariciando su torso por encima de la ropa, admirando el cuerpo bien trabajado del mayor.

Mientras tanto Conway bajaba ambas manos hacia las nalgas del rubio, apretándolas como si se trataran de algún tipo de masa que se tuviera que moldear, aún profundizando más el beso cuando notó el leve gemido que soltó el menor, afirmando que le estaba gustando, sintiendo que se iban a quedar sin aire, pero sin querer parar bajo ninguna circunstancia.

Las manos del más joven, buscando más tocamiento, trataban de desabotonar la camisa contraria, pero estas mismas fueron paradas por el trajeado.

— Oh no, nena, aquí mando yo y no recuerdo haberte dado permiso para hacer eso —su voz sonó rasgada, alimentando el deseo sexual de Gustabo.

Joder, como quería que aquel que tenía en frente le dijera cosas sucias en el oído mientras le follaba como un puto demente.

— ¿Y por qué necesitaría su permiso, superverga-ardiente? —preguntó sonriéndole con sorna.

— Porque soy tu puto Dios y tu culo me pertenece, capullo —volvió a apretar fuertemente las nalgas del blondo— Arrodíllate.

Lo dijo firmemente, como si fuera una orden... No, era una orden. El cuerpo del de ojos claros obedeció casi de inmediato, casi dejándose caer de rodillas al suelo.

Mientras tanto Conway desabrochaba su cinturón, deleitándose por la vista que le proporcionaba el menor en esa posición. Liberó su miembro ya erecto, dejando que Gustabo lo tomara con su mano para empezar con un movimiento lento de vaivén.

Las manos del inspector hacían maravillas, lo confirmaba la respiración pesada del superintendente, pero su perdición fue cuando los suaves labios del contrario envolvieron su glande, empezando a succionar como si se tratara de un dulce caramelo. Conway estaba en el cielo, acallando los graves gruñidos que hacía inconscientemente ante el calor de los belfos de Gustabo.

Pronto el mayor no aguantó más sin embestir su boca, agarrando el pelo dorado de aquel chico que lo estaba devorando, hasta meter su falo lo más profundo que la garganta de este le permitía, y con el contrario sintiendo leves arcadas por la intromisión. García empezó a marcar el ritmo del vaivén en el que Conway le había envuelto, sintiendo lo duro que estaba aprisionado entre su lengua y sus labios.

El de pelo canoso no tardó en aumentar la velocidad con la que le follaba la boca, no podía controlar lo bien que sentía eso, ya eran muchos años en los que no hacía nada parecido, su cuerpo ya lo estaba pidiendo, y más si era con ese chico tan sensual al cual de alguna forma desde siempre ya le había echado el ojo.
El rubio soltó un gemido gutural ante el notable cambio de ritmo, haciendo que a Conway le temblara el pulso. Joder, si existía algún tipo de paraíso seguro que se veía así.

El miembro del joven también empezaba a doler, necesitaba atención, así que bajó la mano hacia el cierre de su pantalón mientras seguía con su cometido. Conway paró de embestirle al darse cuenta de lo que estaba haciendo, lo separó bruscamente de su palpitante y enrojecido miembro, aún tomándole por el pelo.

LET ME BURN ||internabo +18||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora