YA SE NOS PERDIÓ LA CRIATURA 👽

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El sol de la mañana se colaba por las cortinas de la casa de Max y Checo, inundando de luz los rincones y llenando de calidez el hogar. Patricio, su pequeño de un año, había empezado a caminar hace poco, y sus padres estaban tan emocionados como él. Cada pasito tambaleante que daba era motivo de celebración.

Max estaba en la cocina, preparando el desayuno. Checo estaba en la sala, jugando con Patricio, observando cómo su pequeño iba de un lado a otro, sus pasitos inseguros pero decididos. Las risas del bebé llenaban la casa de una alegría contagiosa.

—Mira, Max —dijo Checo, su voz rebosante de orgullo—. ¡Nuestro pequeñín está explorando el mundo!

Max asomó la cabeza por la puerta de la cocina, una sonrisa en sus labios—. Es increíble lo rápido que crece —dijo, y volvió a concentrarse en los huevos que estaba cocinando.

Mientras tanto, Patricio, con su curiosidad infinita, decidió aventurarse más allá de la sala. Sus pasitos lo llevaron por el pasillo, y antes de que Checo pudiera notarlo, ya había entrado en la habitación principal.

Checo, creyendo que Patricio seguía en la sala, continuó recogiendo los juguetes esparcidos por el suelo. Pasaron unos minutos antes de que se diera cuenta de que el pequeño no estaba donde lo había visto por última vez. Un sentimiento de pánico comenzó a instalarse en su pecho.

—¿Max? —llamó, tratando de mantener la calma—. ¿Has visto a Patricio?

Max dejó lo que estaba haciendo y se acercó rápidamente—. No, pensé que estaba contigo.

Ambos comenzaron a buscar frenéticamente por toda la casa, llamando a Patricio. La casa, aunque no era enorme, de repente parecía un laberinto lleno de posibles escondites.

—Patito, cariño, ¿dónde estás? —la voz de Checo resonaba con preocupación.

Max, con el ceño fruncido, miró a Checo—. Te dije que lo vigilaras. Sabes lo curioso que es.

Checo, sintiéndose culpable pero también algo molesto, respondió—. No lo perdí intencionalmente, Max. Solo me distraje un segundo.

—Un segundo es suficiente para que se pierda —replicó Max, comenzando a revisar debajo de los muebles.

La tensión crecía entre ellos mientras continuaban buscando. Revisaron cada habitación, cada rincón, incluso abrieron los armarios y cajones, pero no había señales de Patricio.

—Esto es ridículo —dijo Max, levantando la voz—. ¿Cómo puede desaparecer en nuestra propia casa?

Checo, intentando mantener la calma, sugirió—. Quizás se escondió en algún lugar pequeño. Le encanta meterse en lugares acogedores.

Finalmente, Max recordó algo—. ¡Bolillo! —exclamó—. Hace unos días encontré unas mantitas debajo de nuestra cama. Quizás...

Ambos corrieron hacia la habitación y, efectivamente, allí estaba Bolillo, su gato, dormitando cómodamente en las mantitas que había perdido hace días. Pero no estaba solo.

—¡Mira! —dijo Checo, señalando con alivio.

Debajo de la cama, acurrucado junto a Bolillo, estaba Patricio, durmiendo plácidamente con una de las mantitas abrazada.

Max y Checo se miraron, respirando profundamente aliviados—. Nuestro pequeño explorador —dijo Max, sonriendo, aunque aún había un rastro de tensión en su voz.

Checo se agachó y sacó suavemente a Patricio de su escondite, cuidando de no despertar al gato—. Tenemos que ser más cuidadosos —dijo, besando la frente de su hijo.

patito  CHESTAPPEN  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora