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Lunes en la mañana. Parecía que la lluvia no se detendría en todo el día. Hyunjin permanecía acostado en su cama, demasiado cansado para siquiera abrir los ojos. Hubiera seguido así de no ser por el insistente sonido de su celular en la pequeña mesa a su lado. Quiso ignorarlo, no quería moverse, pero el sonido continuó hasta que, con un gruñido, se levantó de mala gana y contestó la llamada sin mirar quién estaba al otro lado de la línea.

— Jinnie, amigo, ¿estás en la cama un lunes a las dos de la tarde? Vamos, hombre, anímate — la voz de su mejor amigo resonó en sus oídos, y Hyunjin no estaba de humor para escucharla justo después de despertarse.

— Colgaré para seguir durmiendo si no es nada importante — dijo, amenazando con terminar la llamada.

— Espera. Conseguí algo. Un retrato, parece bastante antiguo pero está en muy buenas condiciones. Te lo envié, pronto te llegará a tu casa.

— ¿Y qué esperas que haga con él? — preguntó, sin comprender el propósito de la conversación.

— Eres pintor, ¿no? Eres el experto en pinturas, y esta está lo suficientemente conservada como para que podamos conseguir unos buenos billetes. Quiero que la examines, que me digas qué tan buena es, el estado del marco, la pintura, todo. No soy el experto aquí.

— He tenido demasiadas pinturas esta semana, solo quiero descansar — replicó Hyunjin, comenzando a cansarse de la conversación, justo cuando escuchó golpes en la puerta de entrada. — Creo que ya llegó — suspiró — Esto es lo último que hago por ti.

— Eres un encanto. Llámame en cuanto termines — dijo su amigo antes de que Hyunjin colgara la llamada. Avanzó lentamente hacia la entrada, aún sintiendo los golpes resonar en su cabeza, producto de su estado de somnolencia.

Cuando abrió la puerta, solo vio un gran cuadro, envuelto en varias capas de protección. Se asomó un poco más, viendo que no había nadie afuera. Sin darle mayor importancia, lo tomó y lo llevó adentro.

Pesaba mucho más de lo que esperaba, incluso más que otras pinturas más grandes.

Se dirigió a su cuarto de trabajo, un espacio donde podía pintar con tranquilidad. Estaba algo desordenado por los cuadros recientes y su cansancio le había impedido recoger antes. Colocó el cuadro en el caballete justo en el centro de la habitación y comenzó a desenvolverlo con cuidado, tratando de no dañar nada, ya que según su amigo, parecía valer mucho dinero.

Cuando terminó de quitar el envoltorio, se quedó mirando el cuadro.

Sus ojos se agrandaron, sin saber exactamente qué sentimiento se apoderaba de él. En el retrato se veía el rostro de un chico, joven, pintado con trazos suaves que definían cada una de sus facciones. Sus ojos reflejaban todo y a la vez nada, la expresión del chico transmitía una especie de tristeza y le provocaba una opresión en el pecho.

Llevó una mano a la zona de la opresión, agarrando fuertemente su camisa. Su boca estaba seca, y sus piernas parecían no responder al deseo de levantarse. A pesar de estar agachado, la pintura lo hacía sentirse diminuto. Era una sensación demasiado extraña, casi inquietante.

Pudo salir de su ensoñación cuando escuchó un ruido proveniente de la mesa donde guardaba sus pinturas. Giró la cabeza de inmediato, sus ojos escudriñando el área. Se levantó y caminó hasta allí, buscando el objeto que había caído.

Pero no había nada en el suelo.

Tal vez estaba debajo de la mesa. Se agachó para mirar, pero tampoco encontró nada allí.

Decidió no darle importancia, suponiendo que todo era producto de su agotamiento. Tal vez debería dormir un poco más. El cansancio volvió a instalarse en su cuerpo, y sonrió al imaginar lo cómoda que estaría su cama. Y así como lo pensó, lo hizo.

El chico del retrato _ HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora