Zoro simplemente estaba cansado.Cansado de tener que ser el secreto del cocinero, cansado de fingir frente al mundo entero lo que realmente sentía, cansado de no poder siquiera mirar demasiado tiempo al rubio, cansado de ser obligado a esconder su corazón detrás de una mascara de indiferencia, que solamente le ocasionaba un desgaste emocional tan enorme que se sentía como una mariposa sin alas, encerrada en un vaso de cristal, obligada a ocultar sus sentimientos verdaderos.
No podía seguir así, porque la situación le desarrollaba simplemente estrés, que desgarraba cada vez más su cordura, convirtiéndolo en un hombre infeliz que espera la salida de un sol inalcanzable, porque de esa forma era Sanji para el; tan imposible de alcanzar como el sol, porque él deseaba tomar la mano del cocinero en público, él deseaba hacerlo reír con tonteras sin reprimirse por la presencia de las personas, él deseaba abrazarlo mientras dormían en la misma cama, maldición, él deseaba besarlo cada maldita vez que quisiera, sin ser detenido por el miedo.
Él deseaba que Sanji se sintiera de la misma forma.
Pero no podía, pues estaba condenando a sólo tener el cuerpo de un ángel resplandeciendo, pero a jamás desprender el vuelo a su lado hasta acariciar su corazón con sus dedos impuros, porque el rubio simplemente se sentía demasiado para su persona, como la joya más apreciada pero imposible para él. Estaba arto de sentirse tan acomplejado junto al cocinero.
¿Es así como se sentía el amor?, si esa era la respuesta, entonces que porquería tan hermosa.
Él era como la tierra girando alrededor del sol, deseoso de alcanzarlo aunque sabía que eso lo lastimaría hasta matarlo, pero el rubio era tan magnífico de apreciar que no se sentía como un martirio besarlo bajo las sombras. Y aunque su tacto era tan suave como el de los pétalos de una rosa fresca, inevitablemente le causaba heridas con sus espinas afiliadas de indiferencia, cortándole el costado cada vez que se marchaba sin siquiera decir nada después de entregarse a él con tanta pasión, desvaneciéndolo con cada respiro que tomaba hasta convertirlo sólo en polvo que el viento mecía, porque los insultos del cocinero se sentía como rocas hundiéndolo en aguas de profundo odio.
Ser un secreto era cómo no ser nadie, sólo un vacío infinito que se volvía un todo cuando sus células entraban en contacto. Era tan doloroso como respirar bajo el agua, obstruyendole la garganta con rocas pesadas. Zoro no podía seguir siendo sólo palabras vacías para el cocinero, él necesitaba ser algo más profundo.
Durante todas las noches pensaba seriamente en cómo comunicarle sus sentimientos al rubio sin que este se asustará de ellos, rodando en su cama hasta quedarse dormido con su subconsciente recordándole al rubio entre sueños, pero siempre al amanecer terminaba temeroso, escondiéndose detrás de un "no pasa nada", pero justo ahora estaba al borde, por lo tanto, con valentía citó al rubio por medio de una nota, la forma habitual en la que se comunicaban desde que habían empezado con esto, para que por la noche se vieran nuevamente en su sitio especial, es decir, la estúpida bodega de suministros del barco.
Espero ansioso en el lugar, con las manos sudorosas dentro de los bolsillos de su pantalón, mordiéndose el labio inferior con un tic nervioso, caminando alrededor de la bodega mientras pensaba en cómo soltar las palabras de manera correcta, tratando de dejar su mente en orden para no arruinarlo por sus tonterías.
11:40 de la noche, fue la hora en que el cocinero aparició en la bodega, con su cabello dorado humedo debido a que seguramente se había duchado antes de venir, con su pijama azul de bolitas que contrastaba agradablemente con el color de sus ojos. Y por supuesto, con un cigarrillo en su boca, para el disgustó de Zoro, pues odiaba con su alma ese feo hábito del rubio, pues además de apestarle la ropa, también lo mataba lentamente, pero no se atrevía a decirlo en voz alta, pues sabía que el cocinero no se lo tomaría a bien, reprochándole su propio vicio con el alcohol.
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"El deseo de Zoro". [ZoSan].
FanfictionZoro simplemente está cansado de ser el secreto del cocinero.