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|  Refugio  |

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Refugio  |

Años antes...

Era una noche sin luna, en un bosque espeso y oscuro. La brisa soplaba suavemente, haciendo crujir las hojas y ramas. Giyuu Tomioka, el Pilar del Agua, se movía sigilosamente entre los árboles, siguiendo el rastro de un poderoso demonio que había estado aterrorizando los alrededores. Sus sentidos estaban alerta, su katana lista en su mano, reflejando la tenue luz de las estrellas.

De repente, escuchó un estruendo y un destello de luz dorada en la distancia. Con agilidad y rapidez, se dirigió hacia la fuente de liz, deslizándose entre las sombras. Al llegar a un claro, se encontró con  una escena sorprendente: una joven de cabello negro y ojos resplandecientes luchaba ferozmente contra el demonio. Sus movimientos eran gráciles y preciosos, y cada golpe de su katana emanaba una luz brillante que parecía desintegrar la oscuridad misma.

"Respiración de la Luz, Tercera Postura: Lanza de Solsticio", exclamaba la joven, preparándose para su próximo ataque.

Giyuu observó con asombro y admiración. La muchacha, evidentemente una cazadora de demonios, no solo se defendía, sino dominaba al demonio con una agilidad impresionante. Con un último corte a su cabeza, el cuerpo del demonio cayó al suelo, derrotado. La joven se giró para encontrarse con la mirada penetrante de Tomioka.

"¿Quién eres?" Preguntó él, con su voz calmada pero autoritaria.

"Eriko Kurogane, Pilar de la Luz" respondió ella, limpiando su katana y guardándola con elegancia. "Y tú debes ser Giyuu Tomioka, el Pilar del Agua, ¿no?"

Ambos se miraron fijamente durante unos segundos, evaluándose mutuamente. Aunque Giyuu no era alguien que mostrara emociones fácilmente, no pudo evitar sentir una extraña conexión con Eriko. Su fuerza y determinación eran innegables, pero había algo más, algo que resonaba profundamente en él.

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Tomioka, perdido en sus pensamientos, veía con atención a Kurogane, que estaba sentada frente a él, mirando la incesante lluvia. Irradiaba tranquilidad, como si anteriormente no hubiera intentado desfigurarlo con sus dientes.

Por su mente pasaba la imagen de ella cuando era una humana. Parecían dos personas completamente diferentes: observaba sus manos, ahora con las uñas tan afiladas como cuchillas, mientras que antes siempre las llevaba cortas y finas a pesar de los callos por el entrenamiento con la katana. Su pelo negro con mechas blancas estaba suelto y desordenado, incluso parecía más largo; antes siempre lo mantenía atado en una trenza que le hacía su amiga Kanronji, y siempre iba bien peinada. Sus ojos pasaron de ser negros a color carmesí, pareciendo los de un gato cuando la luz golpea directamente en su cara.

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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𝐄𝐥 𝐋𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐏𝐢𝐥𝐚𝐫 | Giyuu TomiokaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora