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Rosé se recuesta contra un muro.

— No estamos aquí para hacerte daño— Grita.

Otro disparo como respuesta desde una ventana en el piso superior. Me estremezco, mis nervios tan tirantes como pueden estar.

— Puedo escucharte hablar— Grita Rosé. Debe pensar que todos estamos sordos. Supongo que comparados con los ángeles, lo estamos.— Dudo que mis alas valgan tanto como las de un ángel. No hay ninguna posibilidad de que las vayas a tomar, así que dejen de engañarse a sí mismos. Solo queremos la casa. Sean listos. Váyanse.

La puerta delantera se desliza. Tres hombres fornidos salen, apuntando sus rifles en diferentes direcciones como si no estuvieran seguros dónde están los enemigos. Rosé levanta vuelo, y las langostas siguen su ejemplo. Se extiende en el aire con sus impresionantes alas de demonio, pareciendo intimidante antes de caer de nuevo a un lado de la casa. Las langostas flotan hacia ella zambulléndose fuera y dentro de la línea de árboles con sus aguijones de escorpión enrollados detrás de ellos. Tan pronto como los hombres ven a lo que se están enfrentando, corren.

Chocan con los árboles al otro lado de las langostas. Entonces rodean los escombros hacia la playa. Mientras los hombres corrían, una mujer corretea por la casa como un perro golpeado. Corre en dirección opuesta a los hombres. Voltea para ver dónde están, pareciendo más como si corriera de ellos en lugar de las criaturas con alas. Desaparece entre las colinas detrás de la casa, mientras que los hombres toman los botes a remos y se dirigen a la bahía. Rosé camina hacia el frente de la casa vacía y se detiene, escuchando cuidadosamente. Nos hace señas para que nos unamos mientras entra. En el momento en que llegamos a la casa Victoriasa Rosé grita:

— Despejado— Pongo mi mano en el hombro de NingNing mientras entramos hacia el jardín a través del cerco blanco.

Ella agarra las plumas de Rosé como si fuera una manta de seguridad mientras mira hacia la casa. La casa está barnizada con un borde color granada. Tiene un porche con muebles de mimbre y se parece mucho a una casa de muñecas. Una de las langostas se pone al lado de Beliel cerca de la valla. Él descansa allí como un pedazo de carne. La viscosa piel de su cuerpo es del color texturizado de carne seca, y la sangre aún se escurre por las heridas de la mordida de NingNing en su mejilla y brazos. Parece patético, pero esta es una víctima de las langostas por la que no siento pena.

— ¿Qué haremos con Beliel?— Le pregunto a Rosé.

— Yo me haré cargo.

Rosé baja del porche caminando hacia nosotros. Considerando todas las cosas horribles que ha hecho Beliel, no estoy segura por qué Rosé no lo mato en lugar de simplemente cortarle las alas. Quizá pensó que las langostas lo harían o que el ataque de NingNing en el nido sería fatal. Pero ahora que ha llegado hasta aquí, Rosé no parece inclinada a terminar con él.

— Vamos, NingNing— Mi hermana camina a mi lado hacia el porche de madera y dentro de la casa.

Dentro, esperaba polvo y moho; sin embargo, es sorprendentemente agradable. La sala de estar parece como si hubiera servido para exhibiciones. Un vestido de mujer de la década de mil ochocientos se muestra en la esquina. A su lado, cuerdas de museo se encuentran juntas, ya no son necesarias para mantener al público alejado de los muebles antiguos.

NingNing mira a su alrededor y camina hacia la ventana. Más allá del cristal deformado, Rosé arrastra a Beliel hacia la puerta de la cerca. Lo deja allí y camina hacia atrás de la casa. Beliel parece muerto, pero sé que no lo está. Las víctimas de las langostas son bastante paralizadas como para parecer muertos aunque estén consientes. Esa es una de las partes del horror de ser picado.

— Vamos a revisar el resto de la casa— Digo. Pero NingNing continúa mirando fuera de la ventana a la forma marchita de Beliel.

Afuera, Rosé vuelve a la vista con los brazos llenos de cadenas oxidadas. Ella hace parecer bastante intimidante la imagen de ella envolviendo cadenas alrededor de Beliel, formando bucles alrededor de su cuello, el poste de la cerca, y sus muslos. Cierra todo con candado justo en su pecho. Si no la conociera mejor, estaría aterrorizada de Rosé.

Parece despiadada e inhumana mientras mueve al demonio indefenso. Sin embargo, curiosamente, es Beliel quien sigue llamando mi atención. Hay algo en él encadenado que sigue captando mi atención. Algo familiar. Lo alejo. Ha de ser que estoy a punto de alucinar por el cansancio.

¡Gracias por leer!

End Of Days ✞ Chaelisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora