El límite de lo posible (Trailer)

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Lunes


7:30 a.m.


-¡Izuku, despierta hijo, ¡vas a llegar tarde a la Academia! -hablando nerviosamente por sexta vez desde el otro lado de la puerta. Una mujer de cabellos verdes, piel clara y ojos expresivos intentaba nerviosamente que su hijo despertara, su nombre era Inko Midoriya y actualmente vestía de manera sencilla, con pantalón de mezclilla, playera blanca, delantal negro y tenis blancos. Sabiendo que su hijo era un dormilón empedernido, bajó las escaleras con un suspiro resignado moviendo a cabeza negativamente, conocía a su hijo.

Dentro de la habitación, se podía observar cómo un bulto de cobijas rodaba de un lado a otro. Quienquiera que estuviera ahí, parecía no tener un sueño del todo cómodo.

Lamentablemente para el pobre dormilón, la alarma comenzó a sonar de forma insistente. Su aguda sirena, seguida de una vibración intermitente, hacía un ruido que era pésimo para permitir conciliar el sueño. Por lo que pasados unos segundos, de entre las cobijas salió una mano, que lentamente se estiró lo suficiente para alcanzar el despertador y apagarlo. El brazo cayó de nuevo, aunque con gran esfuerzo, volvió a levantarse para tomar el reloj y acercarlo al agujero del capullo de cobijas...

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En la cocina, Inko disfrutaba de su café cuando un fuerte grito resonó por toda la casa y después de unos minutos lo acompaño un estruendoso golpe proveniente de las escaleras. Al voltear la mirada, Inko vio a su hijo, un chico de cabello verde, y cuya cara ahora se encontraba recargada en el suelo haciendo ruidos por el dolor.

-Al menos a la alarma sí le haces caso -comentó divertida.

-¿Por qué no me despertaste antes? -protestó Izuku, poniéndose de pie apresuradamente.

-Izuku Midoriya, ya van seis veces que intento despertarte. Tienes el sueño de tu padre, jovencito -replicó Inko mientras le lanzaba un trapo a la cara.

-Perdóname, mamá, es solo que... -intentó explicar Izuku.

-Ya déjalo así, no tienes que explicar nada. Mejor apresúrate, sube, date un baño rápido y baja, ya está caliente el desayuno.

-¡Sí! Gracias, mamá.

Izuku subió rápidamente a su habitación, mientras Inko movía la cabeza nuevamente, pues sabía que el dolor del rostro era la primera desventura de Izuku, pues después de un par de minutos, pudo escuchar otro grito de dolor, ahora proveniente del baño.

-¡No olvides nivelar la temperatura del agua! -le aconsejó, sonriendo.

El baño no duró mucho. Una vez arreglado, bajó al comedor donde su madre ya lo esperaba con el desayuno listo.

-Recuerda, no comas de prisa, está...

Izuku no dudó en dar el primer bocado, quemándose la lengua con la carne caliente. Sin perder tiempo, hizo una ligera mueca pero siguió comiendo, sacando su celular para ver sus notificaciones. Se espantó al ver su historial de llamadas y mensajes.

-¡El Sensei!

-¡Apresúrate a comer! -le urgió Inko.

Izuku asintió. No quería comer tan rápido, pues disfrutaba los momentos en que convivía con su madre antes de que ella se fuera a trabajar. Sin embargo, el tic tac del reloj lo volvió a desesperar.

-¿Y qué tal la escuela? ¿Has hecho amigos? -preguntó Inko tratando de calmar a su hijo.

-Ammm... define amigos. -intento desviar el tema aunque sin mucho éxito.

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