Capítulo II

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Kiara llegó más rápido de lo que esperaba y trajo consigo todo una carpeta con el informe detallado sobre el asesinato que había salido a la luz por la mañana

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Kiara llegó más rápido de lo que esperaba y trajo consigo todo una carpeta con el informe detallado sobre el asesinato que había salido a la luz por la mañana.

Creí que todo esto estaría enterrado en el pasado, pero al parecer el pasado era tan persistente como yo. Siempre buscando el hilo con aquello que debería ser superado, pero difícil de olvidar.

Le hice un café y nos sentamos en la sala de estar. Dejó la carpeta en la mesa ratona y suspiró.

—¿Estás lista?

Miré la carpeta, rezando que sucediera una especie de milagro que hiciera que no viera lo que había adentro de ella, pero no podía huir del pasado. Una vez que esa carpeta estuviera abierta, el dolor volvería a ser el mismo, así como el de los recuerdos.

Por desgracia nada sucedió y tomé la carpeta con las manos temblorosas, mientras el temor se apoderaba de mí. Pensaba en mi pequeño, en cómo esto le afectaría y cómo se comportaría.

Era solo un adolescente tratando de comprender este mundo tan cruel, nunca mereció lo que sucedió y ahora esto. Temía por su impulsividad, por aquellas ideas locas que pasaban por su cabeza.

Se parecía más a Kira de lo que quería reconocer, igual de impulsivo y poco obsecuente de vez en cuando.

Tomé la tapa de la carpeta y cerré los ojos para abrirla rápidamente. Al hacerlo, abrí los ojos y observé la ficha de datos. Su nombre, su apellido, su edad y todo lo demás. Me detuve cuando leí la causa de su muerte.

—¿Cinco apuñaladas? Tres en el corazón y dos en el centro de la cabeza, con algunos golpes en el rostro y brazos —leí en voz alta.

—Los vecinos denunciaron que se oyeron gritos, cuando llegué ella se había ido —bajó la mirada y colocó su mano sobre mi hombro—. Lo lamento, sé que hace años eran unidas, junto con Kex.

Contuve las lágrimas, porque necesitaba ser fuerte ante mi hijo y no podía darme el lujo de demostrar debilidad ante algo tan serio y doloroso.

—¿Gastón y Ángela te apoyan con esto?

Levanté la mirada.

—Sé que te involucrarás en esto, nunca perdiste la esperanza.

—Nunca la perderé, hasta que no lo vea con mis propios ojos, nadie me convencerá de qué murió —hice una pausa—. Ellos siempre dijeron que debía enfocarme en Kex y dejar todo atrás, porque nada podría cambiar lo que sucedió —dije con tristeza.

—Tú no escuchaste y seguiste investigando.

Ignoré su comentario y seguí observando el contenido de la carpeta, hasta que llegué a las fotografías del crimen. Vilma, la señora que cuidaba a mi pequeño cuando mi esposa y yo debíamos trabajar hasta tarde, estaba muerta.

Su cuerpo lleno de sangre, aquellas manos que un día consolaron a mi pequeño cuando él lloraba, esos ojos que lo veían como un nieto, estaban cerrados.

Un Caso De Amor Y CrimenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora