XVIII

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—Thalía, tenemos que hablar —dije, intentando sonar calmado.

—No hay nada de qué hablar, suéltame —respondió ella, su voz llena de desdén.

—Hablo en serio, vamos a hablar —insistí, mi tono más firme.

—Yo también, Richard, suéltame ya —repitió, tirando de su brazo para liberarse.

La jalé de nuevo, esta vez más fuerte. Estaba molesto, no podía controlar mi fuerza.

—Richard, ya, por favor —dijo Thalía, sorprendida por mi reacción.

El chico que estaba con ella intervino entonces, poniéndose entre nosotros.

—Bro, te están diciendo que no quieren hablar contigo, ¿es muy difícil o qué? —dijo desafiante.

Lo miré con odio, soltando el brazo de Thalía bruscamente.

—Hey, parce, ¿cuál es la vaina con usted? No se meta en lo que no le importa —le espeté.

—¿Acaso no escuchaste que no quiere hablar contigo? Respeta —respondió Camilo, sin retroceder.

Me acerqué más a él, mi rostro a centímetros del suyo.

—Y acaso no escuchó que no se meta en lo que no le importa. Respete usted, metido.

—Pa' ti, lárgate de aquí que dañaste nuestro momento—. Dijo el desconocido , cada vez más amenazante.

No pude más y lo empujé, aunque no con mucha fuerza.

—Sabe qué, gonorrea, esa mujer es mía. No sea payaso y lárguese —dije, agarrándolo por el cuello de la camisa.

—Sabes qué, caremonda, a mí tú no me pones un dedo encima —respondió el contrario, levantando el puño para golpearme.

Antes de que pudiera hacerlo, uno de mis amigos, Carrascal, se interpuso y nos separó.

—Jorge, suéltame, suéltame te dije —grité, tratando de soltarme de sus brazos.

—Hey, Richard, cálmese hermano —dijo James, intentando calmarme.

—Camilo, basta ya —dijo Thalía, apartando a Camilo.

—Esto no se va a quedar así, ¿oyó? —amenazó Camilo, mirando a Richard con furia.

—Ay, ya basta los dos, por favor —dijo Thalía, fastidiada—. Vamos, Camilo —y lo llevó de vuelta donde estaban Alejandra y Kevin.

—Papi, ya, no nos vaya a dañar la noche. Fresco —dijo Castaño, con tono relajado.

—Ya, ya, vamos, vamos—. Dijo Lucho, intentando ignorar todo.

Pero yo no podía concentrarme en disfrutar la noche. Estaba ardido, celoso y lleno de rabia. Tomé la decisión de irme.

—Hey, pelao, ¿ya se va?, ¿tan temprano?—. Dijo Johan.

—Sí, ya. Hablamos después —respondí, dirigiéndome al auto.

Salí, le quité el seguro al carro y estaba a punto de montarme cuando vi una camioneta adelante. Había cuatro personas afuera, a punto de subirse en el vehículo. Una de ellas volteó. Era Thalía. Me dirigí rápidamente a donde estaba ella.

—Thalía, por favor —dije, insistiendo.

—Oiga, ¿es que acaso usted no entiende que no quieren hablar con usted?—empezó a decir Camilo, acercándose a mí.

Thalía lo interrumpió y le pidió que se calmara.

—Mira, Richard, te voy a decir una sola cosa y espero que te quede claro. Yo contigo no tengo nada de qué habl-. —empezó Thalía, mirándome con seriedad.

Sempiterno; Richard Ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora