XXV

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El silencio entre César y yo era sofocante. Sabía que, en algún momento, tendría que mantener la calma, pero era difícil. Cada palabra que salía de su boca era una puñalada más profunda que la anterior. Me quedé sentada en el borde de la cama, con el teléfono apretado contra mi oreja y el corazón latiéndome fuerte. Pensé en lo que podía hacer, pero no había muchas opciones. No cuando tenía a Richard en sus manos.

César se reía suavemente en el otro lado de la línea, disfrutando de cada segundo de mi silencio. Sabía lo que estaba haciendo. Sabía que estaba jugando conmigo, manipulando cada uno de mis pensamientos.

—Entonces, ¿qué piensas? —su voz goteaba veneno—. ¿Vas a aceptar lo que te ofrezco o te vas a quedar allí, pendeja, viendo cómo Richard paga el precio de tus errores?

Cerré los ojos con fuerza. Mis errores. Claro, siempre tenía que ser culpa mía. El típico discurso de Don César. Desde que habíamos terminado, se había encargado de hacerme creer que yo era la responsable de todo lo malo que le sucedía. Pero no más. No esta vez.

—César, no pienso caer en tu hijueputa juego —mi voz salió firme, más de lo que esperaba. Agradecí no estar frente a él para que no pudiera ver lo tensa que estaba—. Si esto es por dinero, te lo daré. Te daré todo lo que necesites. Pero suelta a Richard.

—¿Dinero? —rió burlonamente, como si la idea fuera absurda—. ¿De verdad crees que me interesa tu dinero? Puedo conseguirlo por otros medios si quiero. No, Thalía. No es eso lo que quiero.

Mi estómago se revolvió. Lo sabía. Sabía lo que venía, pero no estaba lista para escucharlo. Había visto esa mirada en sus ojos antes, esa hambre de control y poder. Y ahora, lo iba a soltar todo.

—Lo que quiero, Thalía —hizo una pausa, como si quisiera que sus palabras se asentaran lentamente—, es a ti. Siempre te he querido a ti.

Me reí sin poder evitarlo, aunque mi risa sonaba hueca, rota. Sentí una oleada de asco recorriéndome el cuerpo. ¿De verdad tenía las agallas de decir eso?

—¿A mí? —mi tono era sarcástico—. Por favor, César, deja la ridiculez. Todo lo que haces es porque no soportas que te dejé. Porque no puedes con la idea de que te dejé de querer.

—Claro que me dejaste, ¿y sabes qué? —continuó, ignorando completamente mi respuesta—. Ya no me importa lo que pienses. Quiero que estés conmigo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien te toca como yo? Porque yo lo recuerdo perfectamente.

Quise gritarle que estaba jodidamente loco, pero no le daría ese poder sobre mí. Respiré profundamente, intentando controlar la rabia que hervía bajo mi piel. Pero él continuaba hablando, como si nada.

—Tengo una oferta para ti, Thalía —su voz bajó, haciéndose más suave, más calculadora—. No te estoy pidiendo dinero ni promesas. Solo quiero una cosa: tú. Vamos a hacer esto sencillo. Viajemos juntos, solo nosotros dos. A otro país Podremos pasar noches como antes, ¿recuerdas? Nadie te conocía mejor que yo, ni te hacía sentir lo que yo te hacía sentir. Puedes fingir todo lo que quieras, pero sabes que es verdad.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. No podía creer lo que estaba escuchando. Quería vomitar.

—Jamás. Ni muerta, César. Ni aunque me lo pidas de rodillas. —Mi voz salió entrecortada, pero llena de convicción. No iba a caer en esa trampa. No de nuevo.

—Ay, Thali —murmuró, casi como si lamentara mi respuesta—, me duele escuchar eso. Pero no creo que lo hayas pensado bien. Porque, si no aceptas, tu novio no durará mucho tiempo más. Y créeme, soy perfectamente capaz de hacerlo.

Su amenaza quedó colgando en el aire. No había duda de que lo decía en serio. César era un hombre de extremos. Sabía que si no obtenía lo que quería, Richard pagaría el precio. Y ahí estaba yo, atrapada entre mi odio hacia César y el amor que sentía por Richard.

—¿Vas a matarlo entonces? —pregunté, tratando de mantener la calma—. ¿Así es como va a terminar todo esto? ¿Vas a cometer un asesinato solo porque no obtuviste lo que querías?

—Si es necesario, sí —su tono cambió, volviéndose más frío, más calculador—. Y será culpa tuya. ¿Cómo vivirás con eso, Thalía? ¿Cómo te sentirás sabiendo que podrías haberlo salvado y no lo hiciste?

Mis manos temblaban. Podía sentir la impotencia ahogándome. Él sabía perfectamente que haría lo que fuera por Richard, pero no así. No iba a dejar que me usara para conseguir lo que quería.

—No voy a hacer lo que me pides, César. Ni siquiera lo pienses. No voy a venderme a ti para salvar a nadie. Prefiero morir antes que hacer algo así, No soy una puta —Mis palabras salieron con más convicción de la que esperaba.

—Entonces, ¿es una negativa definitiva? —preguntó, con una calma inquietante.

Quise gritarle que preferiría morir antes de ceder a sus demandas, pero la imagen de Richard golpeado y ensangrentado apareció en mi mente. Si César le hacía algo... No, no podía dejar que eso pasara. Mi mente no dejaba de repetir que esto no era justo, que nadie debería ser obligado a algo así. Pero la realidad era más cruel. No había nadie más que pudiera salvarlo. Era yo o la vida de Richard.

—César, esto es una locura... —intenté de nuevo, con la voz rota por la desesperación.

—Llamémoslo lo que quieras —respondió, indiferente—. Pero si no aceptas, sabrás lo que es una verdadera locura cuando veas lo que le hago a él.

Tomé aire, sentí mi garganta cerrarse, el mundo apretándome desde todos los ángulos. No había escapatoria. Si no hacía algo, si no cedía, Richard moriría. Y no podía vivir con eso. No podía cargar con esa culpa.

—¿Qué me garantiza que lo dejarás en paz si hago lo que dices? —mi voz salió apenas un murmullo, mis fuerzas flaqueando.

César rió, complacido.

—¿Sabes qué? —dijo, más relajado, como si todo estuviera resuelto—. Lo dejo libre. Te lo prometo. No lo verás más en tu vida, si me das lo que te pido. Lo único que quiero es que estés conmigo. ¿No te parece un trato justo?

Mis manos sudaban, sentía que el teléfono iba a resbalarse de mis dedos. No había palabras para describir lo que sentía en ese momento. Asco. Repulsión. Ira. Todo se mezclaba en mi cabeza mientras él esperaba mi respuesta, sabiendo que no tenía elección.

—Está bien... —dije finalmente, la voz rota, sin poder mirarme a mí misma ni por un segundo—. Haré lo que me pides. Pero si lo tocas otra vez, César, te juro que te mato.

El silencio que siguió fue denso, y por un momento pensé que había colgado. Pero entonces su risa volvió a llenar mis oídos, esa risa triunfal que solo lograba hacerme sentir más sucia y atrapada.

—Así me gusta, Thalía. Sabía que entrarías en razón. No te preocupes, todo saldrá bien. Muy pronto estaremos juntos y todo esto será solo un mal recuerdo.

Colgó antes de que pudiera decir algo más. Me quedé sentada, sintiendo el peso de mis palabras, sabiendo lo que acababa de aceptar. Había hecho un pacto con el diablo, si es que lo puedo llamar pacto, tenía que haber una forma de jugar sus cartas contra él.

💗

Y ustedes que pensaban que Thalía iba a salir librada de este mondaquero fácil?... JAJAJAJAJAJA
¿QUIÉN DIRÍA? A ver qué será lo próximo que hará nuestra querida Thalía... ¿Estará dispuesta a cumplir lo que prometió para salvar a Richard? 👀

Amores, antes de que nos macheteen 😅 sabemos que demoramos una eternidad para actualizar, ¡no nos lo recuerden! lo sentimos de verdad, mil disculpas. Prometemos que trataremos de no hacerles esperar tanto para los próximos capítulos. ¡De verdad que les queremos un montón por la paciencia y todo el apoyo! 🫶

Si este cap les tuvo al borde de la silla (o el sofá, cama, lo que sea 😜), no olviden dejarnos su amor en los comentarios y regalarnos una ⭐️. Queremos saber qué piensan! Gracias por seguir aquí con nosotras, de verdad, son lo más. ¡Se vienen cosas más intensas, así que estén pendientes!

Con amor y disculpas por la demora: L&J 💕

Sempiterno; Richard Ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora