Capítulo 1

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Esa mañana desperté con el corazón entre mis manos, de forma que ya no sentía nada...

Volvía de leer un libro bajo los enormes e imponentes árboles de eucalipto que estaban frente a mi casa.
El cielo estaba completamente celeste, solo habían unas pocas nubes repartidas por aquel manto célico.
La brisa acompañaba mi andar por los caminos de tierra, ensuciando mis zapatos con ésta misma.
Tarareaba una melodía al compás del ruido del viento que revolvía las hojas de los árboles, haciendolas bailar y golpear entre sí.

Abrí la puerta de mi casa despacio, encontrándome con mi padre...
Él me miraba con el ceño fruncido, su cara llena de arrugas solo demostraba disgusto.
Se notaba que estaba ebrio por su estado y también por la jarra de cerveza casi vacía que se encontraba sobre la mesa.

Poco a poco el cielo que estaba celeste y alegre, se volvía gris y abrumador.

-¡Siempre estas todo el día con ese maldito libro! -me dijo gritando de forma violenta.
Yo, procuré no decir nada y quedarme en silencio.
-¡Nunca haces nada! ¡Pedazo de inútil!  -agregó, todavía con su tono de voz elevado, dándole un golpe a la mesa.
Me mantuve en silencio, escuchando y viendo como intentaba golpearme con sus palabras.
Mis ojos poco a poco se llenaban de lágrimas; me sentía como cuando era pequeña, completamente indefensa sin poder hacer nada ante ese tipo de situaciones...

Asentí con la cabeza y simplemente me fuí corriendo a mi habitación mientras escuchaba murmurar a mi padre cosas horribles de mí.
Cerré la puerta con llave y allí mis lágrimas empezaron a recorrer mi rostro.
Si no me hubiera ido de allí todo habría sido peor.

La violencia en mi casa nunca faltaba, era algo que me acompañaba desde siempre.
Tras la muerte de mi madre todo fue poco a poco empeorando... Hace poco mi padre perdió su trabajo, haciendo que las cosas fueran más difíciles para los dos.
Yo debía hacer todas las tareas de la casa y cada vez que me era posible traía dinero al hogar, aunque mayormente terminaba siendo gastado en alcohol.
Mi padre no notaba mi esfuerzo ya que mayormente no estaba en casa.
Algo se corrompió en él, sentía que antes era más dulce conmigo, aunque talvez solo es invento mío.

Las lágrimas quemaban mis mejillas...
Solo podía sentarme en el suelo y recostarme en alguna pared de mi habitación, haciendo que el dolor me consumiera.
Esperaba que algo me salvara de ese bucle de desgracias.

Cuatro paredes frías, mi prisión sin escape, que solo en la imaginación podía abandonar.

Dirigía mi mirada hacia la ventana y veía los eucaliptos.
Extrañaba mi yo de pequeña que en su inocencia no se daba cuenta de nada... ¿O talvez si?
No recordaba mi infancia, por poco recordaba la silueta de mi madre y algunas lágrimas que en alguna ocasión derramé.

Extrañaba cuando volvía de estudiar con mi amiga, salíamos de la vieja escuela que estaba recubierta de humedad y grietas.
Ella me llevaba en su bicicleta amarilla; Mi amiga siempre estaba contenta, radiante como el sol.
El viento fresco pegaba en nuestros rostros.
Reíamos todo el viaje, haciendo que la bicicleta en momentos tambaleara.
También nos refugiabamos bajo la sombra de aquellos árboles, que ahora apreciaba en solitario.

Oh, viejo eucalipto...
Que ves la vida desde tan alto.
Ves pasar el tren, ves la gente, ves la vida desde arriba.
Viejo eucalipto...
Deja que el viento te mueva, baje tu aroma y me limpies tanta quimera.
Bajo tu sombra en verano y en invierno me escarcho sin dejar de admirarte.
Viejo eucalipto...
Testigo fiel de mis pasos, de tropiezos y heridas profundas...
Solo pienso eso al ver como la brisa te revuelve y te hace ondas.

Me puse de pie y me acerqué más a la ventana, veía como el tren a lo lejos se aproximaba y el suelo temblaba anunciando su presencia...
Poco a poco el sol se iba ocultando en el horizonte.
El cielo se teñía en color sangre, acompañado de tonos naranjas y amarillos.
Escuchaba el ruido de las vías al pasar el tren, veía como los vagones iban uno detrás del otro, desapareciendo en la lejanía.

Sin quitarme el vestido lleno de polvo y tierra, me recosté en la cama.
Me quedé pensando un buen rato, intentaba consolarme a mi misma; aunque sabía que nada iba a cambiar, lograba engañar a mi mente.

Me estaba quedando dormida, entre sollozos y lágrimas.

Hasta que un pequeño ruido muy extraño que no sabría describir, me hizo dar un sobresalto.
En un principio me quede tranquila, pensaba que talvez se había caído algo mal colocado en alguna parte de la habitación...
Pero el ruido se repitió dos veces más de la misma forma, aunque la última como si se tratara de cascabeles o destellos.
-¡¿Qué sucede?! -exclamé hecha una bolita en un rincón de la cama.

Ya todo estaba oscuro, las calles en penumbra y mi corazón ennegrecido envuelto en dolores.

Pequeños destellos que eran de una luz azulada, poco a poco iban formando un gran agujero brillante delante mi cama.
Parecía algún tipo de portal que alumbró todo el sitio.

Sueños entrelazados en la sombra ||PAUSADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora