La victoria en el torneo me dio un impulso que no podía ignorar. Cada entrenamiento y cada partido se sentían más intensos, y la posibilidad de encontrarme con Sebas en cada evento se convertía en un atractivo constante. A pesar de mi deseo de enfocarme solo en el torneo, mi mente se veía arrastrada hacia las conversaciones con él, cada mensaje y cada palabra suya me daban una mezcla de alegría y ansiedad.
Pasaron unos días y el siguiente torneo se acercaba rápidamente. Cada vez que recibía un mensaje de Sebas, me esforzaba por mantener una conversación fluida y natural, pero mis pensamientos solían desbocarse. La emoción de ver sus mensajes y el simple hecho de saber que él estaba pensando en mí me mantenían en alerta.
Una tarde, después de la escuela, Sebas me propuso encontrarnos para ir juntos a los torneos del fin de semana. Le acepté la invitación con gusto, aunque traté de mantener un aire despreocupado. El día del torneo, llegué temprano, esperando verlo calentar y prepararse para su partido. Estaba concentrada, pero también ansiosa por compartir ese momento con él.
Cuando Sebas apareció, pude ver la dedicación en su rostro. Me saludó con una sonrisa y una breve conversación antes de que comenzara su partido. Me senté a un lado de la cancha, observando cómo jugaba con una habilidad que me dejaba impresionada. Cada movimiento suyo parecía estar en perfecta sincronía, y cuando ganó su partido, no pude evitar sentirme orgullosa de él.
Al terminar su torneo, Sebas se acercó a mí mientras yo me preparaba para el mío. Me ofreció palabras de aliento y consejos prácticos que, sinceramente, me resultaron valiosos. Agradecí su apoyo con una sonrisa y un gesto de gratitud. Durante mi partido, su presencia al borde de la cancha fue reconfortante y me dio la confianza necesaria para jugar con más seguridad.
Al final del día, después de haber ganado mis partidos, subí una foto en las redes sociales con un mensaje de agradecimiento hacia Sebas por su apoyo. Su respuesta fue aún más dulce de lo que había esperado, un simple "Estoy feliz por ti. Sabía que lo harías bien". Sus palabras, aunque sencillas, fueron la mayor alegría para mi alma.
La verdad era que, a pesar de intentar evitarlo, no podía negar la conexión que sentía. Cada encuentro, cada conversación, reforzaba el vínculo especial entre nosotros. A veces me cuestionaba si lo que sentía era algo real o simplemente una ilusión alimentada por la cercanía y el tiempo compartido, pero no podía negar que cada momento con él tenía un impacto en mi corazón.
Los torneos continuaron y cada vez que estaba cerca de Sebas, sentía que el tiempo se detenía. No importaba cuánto tratara de enfocarme solo en mis competencias, su presencia me envolvía en una atmósfera de emoción y nerviosismo. A veces, cuando estaba sola, me preguntaba si esto era solo un capricho pasajero o si había algo más profundo en juego.
Lo que sí sabía con certeza era que, mientras me preparaba para el próximo torneo, Sebas era una constante en mi mente, y a pesar de mi intento de concentrarme en mi rendimiento, la magia de nuestra conexión no podía ser ignorada.
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el mejor reencuentro que pudo pasar
Storie d'amoreuna historia de amor sobre 2 niños los cuales por fin se reencuentran