Bajé al primer piso agitado, con la corbata medio desabrochada y la vida en pausa. Mis pisadas eran tan rápidas que apenas tocaba la alfombra que cubría los escalones, mis labios estaban pálidos y los suyos, rojos cereza, siguiéndome por detrás, me suplicaban quedarme...pero yo ya no podía escuchar nada. Ni si quiera a mí mismo.
-Damian, perdóname por favor, yo te amo más que nada, no me dejes por favor, lo siento mucho...- decía la delgada rubia que me seguía de un lado a otro por la sala.- podemos hablar de esto, te juro que no quería hacerte daño, Damian por favor ¡no te vayas!
Ni si quiera estaba recogiendo cosas básicas o indispensables. Parecía estar en una especia de shock, arrojando objetos dentro del maletín.
No podía creer que todo estuviera pasando tan rápido. En mis narices se encontraba mi compañero de trabajo, metido con Mel, con mi "siempre fiel Melody"
Pero de melodía tenía un solo tono, el que está hecho para romperte el corazón.
Cosas sin sentido se hallaban dentro de la valija, entre ellas un llavero con un pequeño globo terráqueo. Espero que pueda ayudarme a encontrar un nuevo lugar para comenzar, quizás un lugar donde las cosas se acoplen a mis sentimientos, porque de pronto, parecía haber subido sin previo aviso a un tren, que me estaba llevando al carajo.
Cerré el maletín color marrón con mis dos manos, respiré hondo, lo tomé con la derecha y di media vuelta lentamente.
Se hallaba frente a mis ojos, lo que ellos y el resto de mi ser, amaron alguna vez.
Melody, quien fue la luz de mis días, ahora parecía opaca y sin vida. Lo único que logró hacerme entender con todos ésos ademanes y su vestido de encaje roto, fue que esto había terminado.
-Eres igual a ella, Melody.- Dije finalmente mirándole a los ojos.
Al azotar la puerta tras de mí, los zapatos se me hundieron en la nieve, luché con grandes zancadas hasta llegar al auto. Mientras daba reversa, pude verla en la puerta de la casa. Su silueta, marcada por las luces detrás de ella, mientras llegaba apresurado aquel tipo para consolarla. Aunque no sé si alguien así tenga un poco de corazón dentro.
Mi madre engañó a mi padre cuando tenía 12.
Yo era igual de débil que él, yo amaba a Mel, como él amaba a mamá. No me sentía tan mal desde que lo vi llorar por primera vez. Yo, no había llorado por más de casi 6 años.
Los copos de nieve caían despacio, sin prisa alguna. Yo conducía en silencio, con los únicos ánimos de pisar a fondo el acelerador y estrellarme con algo.
Después de alejarme lo suficiente de casa, estacioné fuera de la pequeña tienda que acompañaba la gasolinera, a orillas de la blanca carretera.
Empujé la puerta, haciendo sonar una pequeña campana. Las luces eran blancas y un tanto cegadoras ahí dentro. Recorrí, uno de los estrechos pasillos, dirigiéndome al mostrador.
-Buenas noches, quisiera una cajetilla de cigarros por favor.- dije dirigiéndome al chico.
-Iré al almacén por ellos.- respondió mientras se adentraba en el umbral de la puerta situada detrás suyo.
Paseaba por uno de los pasillos cuando la campana de la puerta sonó de nuevo.
Se adentraron en la tienda un hombre de unos 45 y una chica que le seguía el paso, ambos con sudaderas negras, cubriendo su cabeza con la capucha.
Vaya manera de conocernos.
No soy muy buena con los principios, pero éstos son necesarios, para darle pie al un gran desenlace. En verdad me entusiasma ésta historia. ¿Podrían decirme si quieren que continue?
Igual, en caso de que nadie aparezca, la dejaré por aquí.
Con cariño, DdD.
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Sujeto, verbo y terminamos
عشوائيVerónica, no te odio por lo que pasó, se que no fue tú culpa. Pero yo...hubiera podido abrazarte si lo necesitabas. Nunca antes me habían apuntado con un arma. Mucho menos una chica. Pero te juro que nunca, jamás... me habían disparado. Hasta hoy.