CAPÍTULO XX

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Tres meses habían pasado ya, Babe tenía un vientre muy grande y pronto llegaría el día tan esperado para los emperadores, los cachorros que fueron salvados del reino Camelot ya tenían una dulce familia, afortunadamente encontraron a los omegas adecuados para esos cachorritos. Por otro lado Billy seguía teniendo de prisioneros a Heng y a los padres de Babe, no sabía cómo seguir torturándolos.

—Cariño... Hoy es la última vez que bajo al calabozo a ver a ya sabes quién —confesó.

—¿Siguen vivos? —Billy asintió —Pensé que ya se habían muerto.

Billy sujetó la mano del castaño —Los estuve torturando... Ellos desean la muerte como no te imaginas, los quiero hacer sufrir más, pero es un fastidio tener que bajar todas las noches con ellos.

—Qué alguien más lo haga por ti —habló mientras se acurrucaba en el pecho del pelinegro.

—¿No quieres verlos? —cuestionó.

Babe negó —No quiero levantarme de la cama, mi vientre pesa mucho.

El alfa acarició el vientre, sintiendo como el cachorro se movía —Es tan lindo, ¿También se emociona así con otras personas?

—No, solo se mueve mucho cuando lo tocas tú o yo —respondió.

—Mmmh solo espero no sea muy apegado a ti, suficiente tengo con Bam —comentó con una sonrisa burlesca.

—Bam es así porque tú lo educaste así —respondió simple.

Billy hizo un pequeño mohín mientras se acurrucaba en el pecho del castaño, le gustaba estar de esa manera con su omega y poder oler el aroma de fresa y leche que desprendía.

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—Cariño, respira profundo... —pidió mientras sentía su mano doler, su omega estaba tomando su mano con mucha fuerza.

—Duele, duele mucho —se quejó mientras lloraba.

—Dense prisa, rápido —ordenó Billy a la partera y su ayudante.

La partera asintió con nervios —Su majestad cuando vuelva a sentir otra contracción, puje fuerte, por favor —pidió.

El Omega asintió, su frente estaba sudorosa y sentía su parte baja doler mucho, sentía mucho dolor. Pujó con fuerza cuando sintió una contracción

—¡Billy Patchanon! ¡Te odio! —gritó.

Billy tapó los pechos del omega con el camisón mojado que se le había resbalado a su esposo.

Soltó un suspiro de alivio cuando escuchó el lloriqueo de un bebé —ya pasó... Ya pasó todo —habló Billy.

—¡Son dos! ¡Majestad puje un poco más! ¡Falta un cachorro! —exclamó.

—¡Todo es tu culpa, Patchanon! —se quejó antes de volver a pujar con fuerzas.

Momentos después escuchó otro cachorro llorar, se sintió feliz mientras se sumergía en la tina llena de agua. Volteó a ver a su esposo quien sonreía feliz —Tráeme a mis cachorros... —ordenó.

Billy soltó la mano del castaño y se acercó con algo de miedo a dónde estaban las betas calmando a sus cachorros.

—¿Qué son...? —cuestionó nervioso.

—Son dos cachorros varones, su alteza —contestó con una sonrisa mientras cubría a los cachorros con una manta.

—Señora, la emperatriz está muy débil —habló la otra beta con mucha preocupación al ver a la emperatriz muy pálida y débil.

—¿Qué le pasa? ¿Estará bien? —cuestionó con preocupación.

La beta la dio a los cachorros al emperador y corrió hasta donde estaba la emperatriz, Billy trataba de tranquilizarse para no alterar a sus cachorros.

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Billy estaba sentado en la puerta mientras estaba con un pequeño mohín, los guardias reales que pasaban por ahí solo observaban al emperador estar sentado ahí durante horas.

—¿Por qué no entra? —cuestionó May parándose frente al alfa.

—No puedo... Quiero, pero no puedo —respondió con tristeza.

May se sentó a lado del pelinegro —Debe ser muy difícil para usted...

Billy miró a la omega y sonrió levemente —¿Crees que me gruña otra vez?

—No lo creo, en la noche siempre lo busca. Solo tiene miedo de que le pase algo a sus cachorros —dio unas leves palmaditas al pelinegro antes de levantarse.

—Ya acabé con Asavarid y sus padres... Me he deshecho de todo el peligro.

—Inténtelo, le deseo mucha suerte —sonrió levemente antes de irse caminando.

Billy soltó un suspiro antes de levantarse y abrir la puerta con delicadeza, inmediatamente el aroma a fresas y leche llegó a sus fosas nasales, sonrió con felicidad al ver como su esposo estaba en la cama, se acurrucó en el nido mientras Babe lo miraba con una sonrisa.

—Babe, ¿De qué color son los ojos de los cachorros? —preguntó con mucha curiosidad.

—Son color miel... ¿Por qué? —soltó un pequeño bostezo.

—Quería que tuvieran tus ojos azules —respondió con una sonrisa.

—Se parecen a ti, confórmate con eso —dijo Babe antes de volver a dormirse.




El omega del emperador - BillyBabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora