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Wooyoung le limpia cuidadosamente la nariz, frunce el ceño sin percatarse, un poco asqueado lanza el algodón lleno de sangre a la basura y termina por colocarle dos tapones limpios en las fosas nasales.

Hongjoong se dejó hacer por meras ganas de desquitarse de Wooyoung, le gritó que al ser su culpa debía responsabilizarse y curarlo hasta que el mareo pasara por completo. Y no se arrepiente, por mucho que el azabache sea un niño rico sabe qué hacer con el algodón y el alcohol por lo menos.

—Tu novio ahora estaría consintiéndote, pero prefieres aburrirte viendo el piso.

—No tengo ganas de estar con él—. Cierra los ojos al apoyar la mejilla en el reposabrazos del sillón. Le molesta hablar con el algodón obstruyendo sus vías respiratorias.

El azabache recarga los codos en sus muslos al inclinarse un poco en el sofá. —Si ya no lo quieres, ¿por qué sigues con él?

Hongjoong abre los ojos de golpe para verlo con frialdad. Apretuja sus puños sobre sus rodillas, pues su tolerancia está en cero. Verlo con el ojo morado, el labio roto y la mejilla hinchada no le es impedimento para querer darle otro golpe que lo mantenga callado. Por eso prefiere salir de la casa por la puerta trasera y alejarse, aliviado de que nadie del pueblo lo verá.

Esa costumbre la mantiene desde que quiso estar a solas, más que nada porque es el único escape que encontró tras perder a su madre un día antes de su cumpleaños.

Ignorando que Wooyoung lo sigue de cerca, va adentrándose por el mismo sendero que ha surcado desde los últimos tres años. Entre más se filtra entre los altos pinos, Hongjoong aguanta las ganas de llorar al recordar cómo, antes de cumplir trece años, le dijeron que su madre no volvería a festejar a su lado un cumpleaños más.

Su pequeña familia se había fracturado. La relación con su padre empeoró por falta de comunicación de ambas partes, siendo preocupante hasta la fecha.

A mitad de camino se quita los algodones y sonríe suavemente al poder aspirar el fresco aroma de los pinos. Sabe que está por llegar al barranco, pues a sus pies danza el transparente río que talla finamente las rocas durmiendo en sus entrañas.

Y ahí la ve, la misma roca al filo del barranco en su espera para poder sentarse y observar el bosque en todo su esplendor. Una magnifica vista, gozando del salvaje viento despeinando sus rubios cabellos, regalándole los más cálidos rayos de sol pintando su piel, es lo que siempre le espera sin cuota alguna.

Abraza sus piernas una vez arriba de la roca, aquella pequeña dosis de libertad le da fuerzas para seguir con la misma rutina que, hasta el momento, Wooyoung ha logrado fracturar lentamente. Una geométrica, pero aun reprimida, sonrisa se asoma en su hermoso rostro.

El azabache observa la espléndida imagen detrás de un tronco. ¿Quién diría que Hongjoong en verdad se vería frágil a merced de la soledad impuesta? Por primera vez comparte, en silencio, aquel aislamiento que Hongjoong grita sin emitir sonido alguno. Pensaba molestarlo, pero al verlo sollozar, ante aquel maravilloso paisaje, comprendió que esconde un dolor que, asegura, ni Seonghwa conoce.

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𝕭𝖑𝖆𝖓𝖐  ਏਉ  ᴡᴏᴏʜᴏɴɢ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora