Capítulo 34

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4. Grandes malentendidos y poca sinceridad.

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Al principio, el canciller se echó a reír al oír al mayordomo.

—¿De qué tonterías estás hablando? Pidiendo su cuerpo. El señor Carlton no es una especie de sinvergüenza local.

—Lo llaman señor, pero es un mercenario, ¿no es algo así de todos modos?

La expresión del mayordomo era tan seria que el canciller lentamente perdió la sonrisa y preguntó.

—¿Hay pruebas?

—Hay un sirviente que escuchó a los subordinados de Carlton cotilleando. En sus propias palabras.... es sobre la ración.... Haa, esto es un poco....

El mayordomo apretó los labios y apenas consiguió hablar.

—Exigió su cuerpo delante de los subordinados de Carlton y lo hizo arrodillarse. Echó a todos sus subordinados de la sala. Al principio estaba en contra de las raciones, pero luego cambió completamente de opinión y dijo que haría cualquier cosa.

—¡Huh! Entonces la razón por la que está siguiendo a nuestro señor.....

—Todos tienen trucos sucios bajo la manga.

—Lo llama vigilancia....

—Todo es sólo una excusa. Puede ordenar a sus subordinados que lo hagan. Sigue siendo lo mismo. ¿Qué vigilancia? Es obvio que está usando eso como excusa para quedarse y hacer trucos.

El canciller sintió un momento de fuerte mareo y tocó la pared.

Louisen, que lo llamaba con una pronunciación corta y lo seguía a todas partes, y Louisen, que siempre se caía y tenía la costumbre de cargarlo, pero cuando lo veía, abría los brazos.

Lo crió con mucho cariño. Incluso si hubiera tenido sus propios hijos, no podría haberlos amado más. Era tan pequeño y joven que no pudo golpearlo ni una sola vez.

En un momento dado, estaba desesperado porque se había convertido en un tonto, pero antes de darse cuenta, había crecido para convertirse en un señor sabio y liderar al ducado en crisis. Al ver su apariencia digna, este anciano pensó que no tenía remordimientos por morir…

El canciller se puso furioso de repente.

—¡Ese bastardo! ¡Cómo se atreve hacerle semejante truco a nuestro señor!

El canciller sacó una espada de la pared.

El mayordomo se sobresaltó y bloqueó al canciller con todo su cuerpo.

No, un hombre que lleva toda su vida mordiendo escritorios va a apuñalar a alguien.

—Ahh, canciller. Cálmese.....

—¿Cómo puedo calmarme ahora? ¿¡Como el mayordomo puede estar calmado cuando circula este rumor!?

—No, yo también estoy molesto. En primer lugar….  es solo un rumor.

—.......

—No es bueno hacer un gran escándalo de esto. Mi señor podría avergonzarse si se entera que están circulando estos rumores.....

El mayordomo tenía razón. Hacer un gran alboroto podría arruinar la reputación de Louisen. Una mancha como la de Carlton en la perfecta vida de su señor no era algo que pudiera permitirse.

El canciller respiró hondo y bajó la espada. Sólo manteniendo la cordura sería capaz de defender a Louisen de las garras de Carlton.

—……¿El señor no sabe nada?

𝑳𝒂𝒔 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒖𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒏̃𝒐𝒓 𝒄𝒂𝒊𝒅𝒐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora