El fuego es un elemento curioso, se mueve, se alimenta, y crece, aunque no posee vida, destruye y devora cuánto encuentra, e ilumina los rincones desplazando las sombras, así como arde y quema, abraza y apacigua del frío en las noches invernales. Es un arma de doble filo con la que no hay que jugar y a la que no se tiene que provocar.
Los dragones de la Casa Targaryen son la prueba viviente de aquello, símbolos del poder y el honor de sus integrantes, de grandes batallas y el emblema de su familia, pero elementos de guerra al final de cuentas. Bestias sacadas de leyendas insólitas que llevaron a los príncipes Aegon, Rhaenys y Visenya Targaryen a inspirar de miedo y respeto y obtenerse de valor para conquistar Poniente, otorgándole a los siguientes de su linaje el estatus y la realeza que corre en su sangre, con un poco de locura también.
Pero las llamas no emergen solo de criaturas que surcan los cielos, así como la destrucción tampoco emana únicamente de ellos. O al menos eso creía lady Alicent Hightower; la delicada tela de su vestido presionada contra el suelo por estar inclinada en sus rodillas frente al altar del septo, mientras una de sus manos sosteniendo un muy delgado incienso humeante con cual depositaba en las velas apagadas una mínima porción de fuego para encenderlas nuevamente, al pronunciar en baja voz el nombre de un fallecido, el brillo de estas velas chocaba en el rostro puberto de la muchacha a medida que su brazo se movía de un extremo a otro. Espectaba las tenues llamas, que irradiaban la luz en su cara, calentando sus mejillas pero sin llegar a quemarlas mientras una brisa tibia proveniente de su boca soplaba el palito de madera para apagarlo y así liberar sus manos, entrelazandolas sobre el mesón de piedra que representaba su devoción a los Sagrados Siete.
Alicent era la segunda hija de Otto Hightower, que a su vez era un segundo hijo, y la Mano del Rey de Viserys I Targaryen, con quién, por ahora, no compartía más que la lealtad que su padre le rendía, y el cariño por su hija y presunta heredera, la princesa Rhaenyra. Alicent la acompañaba a leer, a caminar, la ayudaba a vestirse de ser necesario, y le hacía compañía en casi todo momento, excepto cuando la princesa ondeaba los cielos de la ciudad a lomos de su dragona, tal vez esa era la razón por la que ahora la castaña rezaba sin la compañía de la Targaryen, (aunque Rhaenyra no era devota) hacía cerca de una hora que el carruaje real, guiado por Ser Harrold Westerling, condujo a las jovencitas a la entrada de Pozo Dragón, dónde Rhaenyra no tardó en llamar por Syrax. Asi que en cuanto la princesa se elevó en dirección de las nubes, Alicent pidió al cochero si por favor éste la transportaba al Septo Estrellado, conocía a Rhaenyra lo suficiente para suponer que tardaría un buen rato explorando los paisajes aéreos de la capital, por no decir que a las afueras y más lejos todavía, sobre todo para no ser vista por su padre, el rey.
—Es hora, lady Alicent.— Los párpados de Alicent se abrieron como platos y sus manos se separaron, el bajo jadeo que huyó de su boca le dió a Ser Harrold una prueba de que a pesar de haber usado un tono respetuoso, sin quitarle la autoridad, había logrado asustar a la hija de la Mano del Rey, por lo que bajó la cabeza y presentó sus disculpas de manera silenciosa.
—Descuide, Ser Harrold.— respondió, su voz se depositaba en el aire como el toque de una pluma, dulce, suave, y liviana, no podía hacer otra cosa que no fuese formular una pequeña sonrisa incómoda en la comisura de sus labios.
Apoyó ambas palmas en la piedra del altar para sostenerse y empujarse hacia arriba, enderezando la espalda al estar en pie una vez más, ya que siempre procuraba mantener una postura erecta, así evitaría que con el pasar de los años su columna se curvara haciéndole una joroba indeseada que disminuyera su belleza, no fué de sorpresa entonces que al entrar al carruaje se apoyase con enderez en la pared del móvil cuando éste hechó a andar, Ser Harrold cabalgaba por primero, para que las personas en el camino se hicieran a un costado al ver al guardia real guiarlo.
ESTÁS LEYENDO
🪶 𝐋𝐚 𝐑𝐞𝐛𝐞𝐥𝐢𝐨𝐧 𝐃𝐞 𝐋𝐚𝐬 𝐑𝐨𝐬𝐚𝐬 ;🌹
FanfictionEn tierras lejanas, dos hermanos nacieron Uno destinado al palacio real, con aplausos y atención Mientras que el otro solo burla recibió, y en el faro se crió, Separados por engaños y desatinos, Destinados a reencontrarse en campos de batalla. El Se...