Presente.
⚠+18

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Respiraba profundo, mantenía la calma y miraba al frente intentando prestar atención a las cosas que sucedían a su alrededor.
El tiempo parecía ir lento, su frente tenía pequeñas gotas aperladas brillando con la luz blanca de la habitación. Fácilmente su comportamiento desorientado e intranquilo pasaba desapercibido para los demás, así qué bebia de su copa de vino para disimular tanto como pudiera la ansiedad acumulándose en su estómago.

Debía estar loco, definitivamente había perdido la cabeza está vez al aceptar una apuesta tan grande con el maldito par de apostadores conocidos por su buena racha de apuestas ganadas, y sin embargo, ahí estaba, viéndolos sonreír amablemente como si no tuvieran idea de lo que pasaba.

—¿Qué tal si aumentamos la apuesta caballeros? —inmediatamente al escuchar la propuesta del castaño, los dos contrincantes en la mesa se miraron entre sí pensando exactamente en lo mismo; estaban acabados. —Mi compañero con gusto será el jugador de esta última ronda.

—Oh, eh... —tragando saliva, uno de los dos asintió. —Creemos que ha sido suficiente por esta noche.

¿Eso era todo? ¿Se retiraban? Chuuya no estaba contento, las apuestas apenas habían subido lo suficientemente como para hacerlo valer la pena y eso no le alcanzaba para sus gastos en vino de cada semana. —Aumento el veinte por ciento de todo lo anterior.

Los ojos de los dos contrincantes brillaron codisiosamente cuando el pelirrojo puso sobre la gran pila de billetes otro montón más, ¿Cómo resistirse a una suma de dinero así? Sin llegar a decir nada, ambos se miraron dudando en arriesgar más de lo que podían ofrecer, pero... Tenían una ventaja, ¿Cierto? Tal vez el doble negro sea reconocido por ser un dúo excelente al jugar juegos de mesa y ganar, pero, todos sabían que eso se debe gracias al castaño de vendas quién siempre hace todo el trabajo, entonces, Nakahara no debía ser un problema para ellos. Ni siquiera podía ser tan bueno.

—Hecho. —aceptaron colocando sobre la mesa algo más de dinero y un par de relojes. —Que sea el veinte por ciento entonces.

Chuuya le dio una aterradora sonrisa disfrazada de amabilidad. —De acuerdo. —fingió con entusiasmo tomando los dados al centro de la mesa.

Ganar el juego no debía ser difícil, tan solo era cuestión de suerte y adivinar el numero que saldría, o uno lo más aproximado posible antes de que los dados se detuvieran, así que confiados, apostaron por un 7 u 8 mirando atentamente cada vuelta que las caras del cuadrado daban sin detenerse sobre la superficie. —Nueve. —anunció Dazai cuando los dados se detuvieron.

Ambos hombres resoplaron, estaban lejos de su número apostado y no querían perder una de sus chances para ganar. Ahora que era turno de Nakahara, comenzaban a dudar si aceptar aumentar la apuesta fue buena idea. Necesitaban que el pelirrojo no acertara con un número más acercado al suyo, pero en cuanto los dados volvieron a rodar, Chuuya apostó sin pensarlo. —Nueve.

No era posible obtener un nueve, ¿O si? Mucho menos un número tan cercano.

Los dados rodaron de nuevo sobre la mesa y a cada segundo les subía la incertidumbre el y temor por ver el resultado. Primero fue un seis, un seis que les hizo temblar, y después... Cuatro, un cuatro que los sepultó a tres metros bajo tierra y que los paralizó como idiotas perdedores sosteniéndose al borde de la mesa.

Dazai miró con ojos brillantes la sonrisa satisfactoria de su compañero iluminando su rostro con total superioridad. —Bien hecho. —halagó recibiendo la mirada victoriosa de Chuuya.

Apuestas || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora