Liz seguía observando desde lejos cómo Adriana y Estefanía permanecían juntas, aunque solo logró hacerlo por un par de minutos antes de que, sin razón aparente, las perdiera de vista entre la multitud. Un leve malestar la atravesó, pero no dejó que se notara en su expresión.
Mientras tanto, Mia seguía molesta, aferrada al comentario que había soltado Liz hacía un rato durante su charla con Adriana. Pero Liz apenas podía darle importancia a eso a estas alturas. Su atención estaba dividida entre las conversaciones superficiales a su alrededor y la voz de su conciencia, esa que resonaba en un rincón de su mente, exigiendo mantenerse firme en el plan que había trazado.
Cuando Mia se excusó para ir al baño a retocarse el maquillaje, su molestia seguía latente. Antes de irse, dejó salir un último reproche.
—Espero que cambies de actitud. Va a ser una noche de mierda si seguís así —murmuró con el ceño fruncido, marcando cada palabra como si quisiera clavarlas.
Liz, impasible, rodó los ojos, dejando que el comentario se perdiera sin respuesta. Mientras veía a Mia alejarse, su mente regresó al cometido que había planeado. Ese maldito plan que, una vez metido en su cabeza, era imposible de soltar.
Desde el primer momento, Liz tenía ese típico quilombo interno: un diablito y un angelito que no paraban de discutir qué hacer.
¿Pero qué estaba dispuesta a hacer? Fácil: todo. Si había algo que sabía con certeza, era eso.
El problema no era el "qué", sino el "cómo". Siempre había jugado limpio, pero esta vez... ¿valía la pena ensuciarse las manos? Afectar a alguien para conseguir lo que quería, ¿era algo que podría perdonarse después? Tirada en el sillón, con los ojos cerrados y un suspiro que se perdió entre el ruido de la fiesta, trató de calmar esa presión que sentía en el pecho.
Se levantó, dudando entre cruzar la pista para encarar a Adriana y Estefanía, o quedarse donde estaba. Había algo que la frenaba. Justo cuando estaba hundida en sus pensamientos, la voz de la conciencia le puso nombre: Enzo.
—¿No te parece que la están cagando demasiado? —La voz, justo al lado suyo, la hizo saltar.
Liz giró la cabeza, encontrándo la sonrisa despreocupada de Enzo. Intentó no parecer desconcertada.
—¿Perdón? —frunció el ceño, fingiendo ignorancia.
—Es impresionante lo que están haciendo —dijo él, apoyándose casualmente contra la pared—. Un plan de película, Liz. Te felicito, de verdad.
—No te metas en lo que no te importa, ¿dale? Te lo digo con cariño —respondió ella, con una sonrisa helada—. No sé de qué hablás.
—Que estén buscando bajarle el rendimiento a Adriana para el partido de mañana.
La mirada de Liz se endureció al instante.
—¿Yo? ¿Capaz de hacer eso? Por favor. Vos mejor que nadie sabés cuánto entreno para dejarlo todo. No necesito hacer trampa para ganar.
Enzo no dejó de sonreír, pero suspiró, como si ya supiera que ella iba a responder eso.
—No dudo de tu capacidad. Sé que podrías ganar de taquito. Pero... Quizás el problema es que vos misma estás dudando.
Liz soltó una risa seca, dio un paso hacia él y le puso una mano en el hombro, casi como si estuviera consolándolo.
—Yo no dudo de mí misma, Enzo. Soy más que inteligente, tengo personalidad. Te recomiendo que te reserves tus opiniones para algo que te haya pedido, ¿dale?
Su tono era dulce, pero sus ojos tenían un filo que no se molestó en ocultar. Enzo levantó las manos, como rindiéndose, y Liz rodó los ojos antes de pasar a su lado.
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Arrobamiento (Sin editar // En proceso)
Novela JuvenilLiz, Mia, Estefanía, Hugo y Ethan siempre fueron inseparables, hasta más allá del secundario. Liz y Mia parecían la pareja ideal, pero ahora, con 19 años, sus caminos empiezan a separarse. Liz está metida de lleno en el deporte y la facu, mientras M...