La noche anterior no había sido tan mala. El cielo estaba lleno de estrellas, un cielo despejado y limpio como hacía tiempo no se veía. El aire nocturno traía una brisa suave que, en vez de molestar, refrescaba. El patio de la casa donde se encontraban estaba iluminado apenas por unas luces colgadas, de esas de ferias, que parpadeaban de vez en cuando, agregando un toque festivo al ambiente. A lo lejos, se oía la música baja, el clásico reguetón que sonaba en todas las fiestas, aunque en ese momento apenas lo notaban.
No era un día cualquiera, por lo menos para Liz no lo era. Ya sentía el sudor en sus manos por la ansiedad.
Su mente no paraba de darle vueltas a lo que venían planeando desde hacía días. Entre la música, las risas y los vasos que se acumulaban en la mesa de plástico del jardín, ella se debatía internamente. Sabía que estaban por cruzar un límite, pero no estaba segura de estar lista.
—Tranqui, todo va a salir bien —dijo Mia, acercándose por detrás y dejándole un beso suave en el cuello.
El contacto con Mia la hizo tensar. Aún sentía la bronca por lo de la semana pasada, cuando Mia la había traicionado con otra. No era algo fácil de olvidar, mucho menos de perdonar. A veces, el simple hecho de sentir a Mia cerca le revolvía el estómago, pero no quería armar una escena. No en ese momento. Toda la noche sería oportuna para eso. No ahora.
—No es eso, es que... si me lo hicieran a mí, sería horrible —respondió Liz, tratando de desviar la conversación.
—No le des tantas vueltas —saltó Estefanía, meneando su vaso que, a esas alturas, debía tener una mezcla extraña de alcohol y quién sabe qué más—. Es una cuestión de confianza, de tenerse fe. Yo ya te la pedí y quiero hacerlo. ¿Cuál es el drama?
Liz la miró frunciendo el ceño, procesando lo que decía. Estefanía sonreía confiada, pero Liz sabía que era más por nervio que otra cosa.
—¿No creés que ya tomaste de más? —le preguntó Liz, señalando el vaso. Estefanía negó con una sonrisa, dejando el vaso sobre una mesa improvisada con un barril vacío—. Estoy bien, no te preocupes. Solo quiero relajarme un poco antes de todo esto.
No estaba borracha, pero Liz sabía que Estefanía estaba usando esos tragos para juntar valor pero no tenía que pasarse porque todo acabaría antes de empezar. El plan que tenían en mente no era cualquier cosa, y los nervios de Estefanía eran evidentes, aunque intentara disimular.
Por mil un millón de veces a Liz se le cruzó por la cabeza el hecho de tener seguridad en su amiga, en que haría lo que acordaron. Estefanía era un chica un poco sentimental a veces aunque últimamente fingía ser un poco dura. Por más de que se pase toda la noche dando vueltas en eso... Las cartas estaban echadas, solo tenía que confiar.
—Te veo muy entusiasmada —comentó Mia, mientras jugaba con una hebra de su cabello.
—No lo estoy —mintió Estefanía, encogiéndose de hombros, aunque todas sabían que eso no era cierto—. Bueno, un poquito.
—Estefi, escuchame —dijo Liz con seriedad, mirándola a los ojos—. Adriana no es cualquier mina. Ni siquiera es como yo. Es... complicada. Y si no le interesás, se va a ir sin mirar atrás, por más que te mueras de ganas por ella.
Estefanía rodó los ojos, como si el comentario le resbalara.
—Ya sé, ya sé. Pero igual me pone nerviosa. Es la primera vez que me toca encarar a una chica, y encima a una como Adriana. Es una situación rara —suspiró y volvió a agarrar el vaso para tomar un sorbo de una—. Pero bueno, le voy a poner onda, y lo que salga, salió.
Mientras ellas hablaban, el ruido sobre las baldosas llamó su atención.
Los chicos se acercaban desde la galería de la casa. Ethan llevaba abrazada a una piba rubia, alta, que Liz reconoció al toque, aunque Mia y Estefanía no se molestaron en prestarle atención, asumiendo que era otra de sus conquistas semanales. Hugo, por su parte, arrastraba un cajón de birras con una mano y con la otra un parlante viejo, que hacía un ruido de arrastre insoportable sobre las baldosas.
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Arrobamiento (Sin editar // En proceso)
Novela JuvenilLiz, Mia, Estefanía, Hugo y Ethan siempre fueron inseparables, hasta más allá del secundario. Liz y Mia parecían la pareja ideal, pero ahora, con 19 años, sus caminos empiezan a separarse. Liz está metida de lleno en el deporte y la facu, mientras M...