❝Rosie decide aceptar volver a escribir, sin esperar que en eso el joven del que tanto hablan se convierta en quien la ayuda a superar ese mal momento por el que está pasando, y también en su musa al querer descubrir qué es lo que oculta.❞
Hermosa p...
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JEON JUNGKOOK
Todo fue sonrisas, risas, cálidos tiempos que no iban deprisa para mí.
Más de dos meses en los que aunque quise ignorarlo, el haber aceptado la cercanía de Rose, volviéndose aquel sol que tanto anhelé, la voz de mi cabeza no dejaba de repetirme "esto acabará". La había dejado entrar en las últimas semanas antes de que acabara el verano, y ahora llevaban semanas que las hojas se habían teñido de un marrón cobrizo, decorando las calles, dándome cierta satisfacción el escuchar el crujir de las hojas al ser pisadas, el frío y el poder estar abrigado.
Era mi estación favorita.
Pero, esta vez, durante el camino a la universidad, no disfruté nada de eso. Todo lo que podía pensar era en lo que había sucedido ese sábado.
«Deberías buscar a alguien más que pueda darte el tipo de amor que quieres, porque yo jamás podría llegar a ser ese alguien. No puedo brindarte algo más que no sea mi amistad, Rose»
Luego de haberle dicho esas palabras, la cobardía se volvió parte de mí. Eso era algo que lo tenía claro, porque el notar su expresión de dolor, la forma en que sus lágrimas comenzaron a brotar, no fui capaz de seguir allí, viendo cómo yo era el causante de todo.
Simplemente, di media vuelta y me marché.
Estaba a mitad de cuadra cuando aquel dolor estaba volviéndose insoportable, llegando a pensar si lo mejor sería regresar, aunque ni siquiera supiera qué podría hacer para quitarle ese dolor. No tenía idea alguna de lo que podría decir, pero volteé. Pude divisar a Anya que se acercaba llamando su atención, lo que hizo que continuara deprisa mi camino.
¿Por qué me sentía tan cobarde?
¿Qué se suponía que debía hacer?
¿Por qué estaba odiando la forma en la que actué?
No podía comprenderlo y eso estaba causando mi desesperación, ya que durante el domingo le había enviado dos mensajes. Uno en la mañana deseándole un buen día como ella había logrado que me acostumbrara a hacer, ya que en un principio lo recibía de su parte, pero no pasó mucho cuando al ser el primero en despertar comencé a ser el que los enviara. Y otro fue durante la tarde, preguntándole si estaba bien, al no haber recibido una respuesta de su parte, lo que al pasar las horas se me fue haciendo demasiado extraño porque me sabía sus horarios. Pero de ese segundo mensaje tampoco recibí respuesta.