Mariana
Caro y Sergio me habían ido a buscar para ir al colegio; como era de costumbre.
Estábamos a seis cuadras del colegio aproximadamente.
Unas ganas de ya llegar.
—Oigan, ¿fui el único que sintió que el fin de semana pasó super rápido? —preguntó Sergio.
—Créeme que no fuiste el único —respondió Caro.
—De verdad que ganas de que ya lleguen las vacaciones —agregó Sergio con tono perezoso.
—La verdad que sí —seguí yo.
—¿Que nos toca a primera hora? —Caro me miraba esperando una respuesta.
—Educación física.
—¿Y luego?
—Lenguaje —añadí sonriente.
—El momento más feliz del día para Mariana —dijo Sergio en tono burlón.
—Oy... —Caro no me dejó terminar.
—Es que sí —soltó una pequeña carcajada —. Pero bueno, cada quien con sus gustos, ¿no?
—Tienes razón —le respondió.
Al paso de unos minutos llegamos al colegio y nos preparamos para nuestra primera asignatura, la cual no tardaba en llegar.
El timbre sonó y todos nos dirigimos al patio, hicimos el calentamiento rutinario y luego de varios ejercicios note a alguien muy conocido, el del profesor Fede, el cual estaba sentando en una de las bancas que no estaban muy lejos de donde nos encontrabamos.
Me acerqué a Caro y susurré para que nadie nos escuchará.
—Oye Caro.
—Dime.
—¿Qué hace el a-ahí? —señalé hacía donde se encontraba.
Sentía los nervios correr por mis venas como cada vez que lo veía.
Miré a Caro buscando una respuesta, la cual probablemente ella no tenía.
Su mirada se dirigió hacia donde él se encontraba y de inmediato baje el dedo.
—No lo sé, supongo que debe estar revisando algunos exámenes o algo así. Viste que a veces vienen y lo hacen aquí supuestamente para tener aire fresco.
—Supongo que tienes razón.
Me miró y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro.
—Alguien va a pasar el resto de la clase nerviosa y roja —su noto de voz era igual que su sonrisa, burlón.
Tú solo concéntrate en tu clase y olvida que él está ahí.
Se integró mi conciencia.
—No, no lo haré. Intentaré centrarme en la clase y controlarme.
Para mi desgracia comencé a sentir un leve ardor en mis mejillas.
—Si, claro —dijo sarcástica —. ¿Ya te viste la cara?
—Cállate.
Miré hacía cualquier lado del patio intentando ignorar la presencia del profesor Dorcaz cuando escucho la voz del profesor de educación física.
—¡Mariana Ávila y Carolina Castillo, al frente!
—Ay no, justo nos tenía que tocar ahora —dije.
Caro soltó una leve risa y me tomo de la mano.
—Vamos.
Tiro de mi hasta que llegamos al frente del profesor y me soltó.
—¿Qué hay que hacer? —pregunté.
—Tienen que darle la vuelta completa al patio, luego de eso llegar aquí, tocar la mano de algún compañero y dirigirse inmediatamente a aquella banqueta de allá —señaló hacia la banca que mencioné anteriormente —. La que llegue primero gana.
Tiene que ser broma.
—Yo no lo pienso hacer —dije rotundamente.
—Te llevas un cero, es así de sencillo.
Solté un suspiro y asentí.
No me conviene un cero así que tocará hacerlo.
—Esta bien, lo haré.
—Eso pensé. Bien —se coloca en posición defensiva y toma el silbato en sus manos—, listas y... ¡A correr!
Comencé a correr tan rápido como pude, con cuidado de no tropezar con alguna piedra. El calor comenzó a invadir mi cuerpo más de lo que ya lo hacía y comencé a sofocarme.
Primera vuelta al terreno y ya estaba empañada en sudor.
Choque los puños con un compañero y me dirigí hacia la banqueta donde estaba el profesor.
Al menos por el calor se disimula el sonrojo.
No tenía idea alguna de donde se encontraba Caro, pero de lo que si estaba segura era de que probablemente yo ganaría.
El sonido del silbato llegó a mis oídos y la voz del profesor igual.
—¡Dejen de correr!
De inmediato detuve el paso y apolle mis manos en mis rodillas jadeando por la falta de aire.
Pase una mano por mi frente limpiando el sudor y cuando estuve de nuevo en postura busque con la vista a Caro, la cual se encontraba a mitad de terreno sentada y en peor estado que yo.
Correr nunca había sido lo suyo.
Miré a mi izquierda en donde se encontraba el señor Dorcaz mirándome con una sonrisa divertida.
La amabilidad ante todo.
—Ho-hola profe —lo saludé aún con mi respiración agitada.
—Hola señorita Ávila, ¿gusta tomar asiento? La veo muy agitada y creo que lo necesita.
—Ehm está bien, gracias —le dediqué una amable sonrisa y me senté a su lado.
—No es nada —me devolvió la sonrisa y siguió revisando algunos papeles.
La curiosidad me invadió y en cuanto mide de reojo pude notar que eran exámenes.
¿Por qué no le sacamos tema de conversación?
—¿Y de que grado está revisando los exámenes?
—De quinto.
—Mhm... ¿Y como les está llendo?
—Más o menos. A algunos bien, a otros mal, ya sabes.
—Ah okey, entiendo. Después del recreo le toca en mi salón, ¿verdad?
—Así es.
Y... se me acabaron los temas.
En otra ocasión será.
Sí, seguro.
Comencé a mirar al suelo pensando en cualquier cosa hasta que se acercó Matías, un chico de cuarto pero el cual conocía muy bien.
—Disculpe profesor, ¿podemos hablar un momento?
Bien, aquí estorbamos.
—Ehm, yo me voy.
Me levanté y fui a buscar a Caro. Compramos la merienda y fuimos a buscar a Sergio para hablar de cualquier cosa, como ya era costumbre.
Ya íbamos a mitad de recreo y mi aburrimiento incrementaba a cada segundo.
Ojalá esta media hora que queda pase rápido y ya toque Lenguaje.
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Cuando nadie ve (Federiana)
Teen FictionMariana Ávila, es una joven chica de tan solo 16 años la cual estudia en la secundaria de Montessori. Allí su nivel de popularidad es algo elevado pero no tanto. Hace exactamente dos años en su colegio comenzó a trabajar un nuevo profesor de Lenguaj...