Capítulo 6. Flan con nata

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El almuerzo se inició envuelto en un extraño ambiente que Jonathan trató de relajar con comentarios que casi nunca recibían respuesta. Las pocas veces que se logró hilar una conversación, Lydia apenas participó en ella. De hecho, Sam juraría que la pilló en un par de ocasiones dedicándole a Jonathan una mirada despectiva. Pero este parecía no enterarse.

La detective quería comenzar a interrogar a Jonathan, que se había cambiado a un bañador seco y una fina camisa de lino. Sin embargo, prefería hacerlo en un momento en el que Lydia no estuviera presente, por lo que esperaría al término del almuerzo. Así que, poco a poco, consiguió irse relajando y disfrutar de la comida que había preparado Jonathan y que, en realidad, demostraba que se trataba de un excelente cocinero.

Sam estaba dejándose llevar de nuevo, pero se dio cuenta y detuvo el intento de Jonathan de volver a llenarle la copa de vino.

-Está realmente bueno, pero será mejor que me contenga -dictaminó Sam, provocando una carcajada del dueño de la finca-. Espere, ¿qué insinúa? Oh... que imbécil soy.

-Nunca me lo habían dicho de forma tan directa, pero no me desagrada -aseguró Jonathan para acentuar la broma.

Sam tuvo que reírse también de la situación.

Llegaron los postres y la nata recubrió unos flanes caseros que se deshacían en la boca en una explosión de sabor a café. Quizás fue efecto del azúcar que impregnaba la última ronda, pero incluso Lydia parecía haber recobrado el interés en formar parte del ameno coloquio.

-¿Cuál es la mayor locura que habéis hecho? -preguntó Jonathan mientras daba un trago al chupito de hierbas que sostenía entre el dedo índice y el pulgar.

-Yo una vez me tiré al novio de mi madre.

Sam se atragantó con el flan al escuchar la respuesta y Jonathan volcó sin querer el chupito, derramando sobre el mantel el licor que aún no había bebido. Lydia comenzó a reírse.

-Venga, no es para tanto.

-¿Y usted? -redirigió la pregunta Jonathan mientras apoyaba un par de servilletas sobre el charquito de orujo. Lydia seguía riendo por lo bajo.

-Bueno... es una pregunta algo personal.

-No me irá a decir que lo de antes no ha hecho que me tenga ni siquiera un poco más de confianza.

Sam inclinó la cabeza y miró a Jonathan de medio lado.

-Para mí, usted sigue siendo una persona de interés en el caso de Joanna Dale.

-Oh vaya, ¿tan decepcionante ha sido? Quizás si no se hubiera marchado tan precipitadamente...

Sam iba a cortar de raíz el rumbo hacia el que se dirigía la conversación, pero entonces sintió el pie desnudo de Jonathan alcanzando el borde de la silla entre sus piernas. Se quedó muda un segundo. Miró a Lydia, pero ella estaba distraída, dándole vueltas al café con la cucharilla.

Jonathan estiró la pierna un poco más y sus dedos ascendieron por la ingle de la detective. Sus ojos brillaban como sólo algunas veces Sam había presenciado. El propietario de la casa se sirvió un nuevo chupito sin apartar la mirada de los ojos de Sam.

Ella llevó la mano bajo el escondite que proporcionaba el mantel estampado. Agarró el pie desnudo de Jonathan con la intención de retirarlo, si podía ser, incluso haciéndole daño. Pero cuando sus dedos entraron en contacto, no hendió las uñas en la carne tal y como tenía planeado. Pese a que se había desfogado al subir de la piscina, seguía tan excitada como si llevara años conteniendo las ganas de acostarse con ese hombre. Entonces, deslizó las yemas de sus dedos por el arco del pie de Jonathan, lo rodeó, lo agarró suavemente y lo atrajo hacia su entrepierna.

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