Capitulo uno

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Se escuchaban los gritos yertos y mortíferos de la gente a los lejos, la tierra se esfumaba en el aire el cual golpeaba en el rostro, las distintas criaturas corrían a esconderse en busca de salvación, algunos morían. En cambio, otros, lograban esconderse, pero no por mucho, hasta que los que asechaban se largaron, admiro la suerte que tienen algunos, pero la mía no.

Salgo de mi escondite, me tiemblan las manos, bajo las escaleras de la casa, y me adentro al invernadero, al cual he dedicado todo mi tiempo desde que tengo memoria, mi calma para estos momentos, siempre son y serán la hierbas, flores y todo lo que sea verde. Y más cuando me encuentro trémula hostil.

Si no terminan con la guerra terminaremos todos muertos, cada vez queda menos de Gantrick, se ha derretido todo lo que nos quedaba de glaseares, es decir ya no tenemos nieve, lo que un día fue nieve ahora es tierra roja.

Me siento en el suelo y observo el panorama, realmente siento que en cualquier momento podría perderlo todo.

La puerta del invernadero se abre de par en par y veo a mi madre junto a Brandon, mi hermano, entrar, ambos me dedican una sonrisa no tan agradable.

— ¿Que tal ha sido la de hoy? — murmuro mi hermano con una mirada apenada.

—Brandon, lo mejor sería no hablar de eso hoy—protesto mi madre con un tono gélido y desgarrador, mientras me mira a los ojos.

—Bell estaría muy orgulloso de vosotros—murmuro agotada y débil, con lágrimas en los ojos.

La muerte de Bell, mi hermano mayor, nos ha afecta bastante a todos, pero más a mi madre, todos percibíamos que era el privilegiado, en cambio yo era la deshonra, Bell experimento una muerte bastante trágica, el teniente Lennox, es un tema que acordamos no volver a tocar.

— ¿Hoy comienzan las ocho pruebas para fuego blanco, iras? — murmuro sin mirarme —Es tu última oportunidad para ingresar, o al menos intentarlo—

—Ya lo sé, no me lo tienes que recordar—susurré mirando al suelo, recordando que en tres horas comenzarían las pruebas, salí del invernadero azotando la puerta.







Vendrán a buscarme en cualquier momento, he pasado las últimas dos horas dando vuelta, y escuchando los pasos de mi familia.

Me siento en la cama, debería tener una estrategia para pasar las pruebas, mis hermanos fueron los mejores de su año, en cambio yo, soy la única mujer entre los tres, siempre fui la pequeña. Y ahora seré la primera bruja.

La puerta de mi habitación se abre y veo a Sharaht entrar, ambas iremos a Fuego Blanco, pero a diferencia mía, ella lleva un traje blanco, practicara con magia blanca.

Yo llevo el traje de sol de luna, el corset es ajustado como para dejarme sin aliento, pero no mostrar nada de mis pechos. El traje es blanco de una suave tela de seda adornado con encajes finos de luna doradas, combinada con una capa negra con las constelaciones de Hécate. Aunque es ajustado, gracias a la capa, no resalta mi figura, pero deja un toque misterioso. Su tono suave hace juego con mi piel pálida, cuando me miro al espejo, puedo notar como cabello castaño resalta gracias a las ondas.

Estoy segura que mi madre ha de estar preocupada, seguramente ya se habrá comido todas las uñas.

Observo mi reflejo en el espejo. Mi pelo va peinado en un recogido, alto del cual caen ondas, cada mechón parece estar en su lugar perfecto.

Una vez lista, doy una última mirada al espejo para asegurarme que todo esté en orden, me giro hacia Sharaht y le doy un asentimiento con la cabeza, mi rostro tiene una expresión seria y sombría. Pero la de Sharaht parece ser todo lo contrario.



Ambas salimos de la habitación, nos marchamos pasando por el pasillo, hasta llegar a la puerta principal, mi madre, mi padre y mi hermano están presentes.

Pero ninguno de ellos muestra la habitual calidez en sus rostros, o bueno son así desde la guerra. Sus expresiones son serias y no reflejan nada de compasión en sus ojos.

Mi corazón se acelera ante la presión silenciosa, es evidente que ninguno está de acuerdo con la decisión que he tomado.

—Aurora...—comienza mi padre

Nada bueno pasa cuando la conversación comienza con mi padre, o al menos frente todos.

—Que? —balbuceo mirando al suelo

Un dolor punzante se instala en mi pecho, siempre he querido hacer esto, y ahora estoy decidida de ir a Fuego Blanco.

—No te mueras, no quiero otro hijo muerto—murmuro—Ten, esto te ayudara en algún momento—me entra un pergamino blanco.

Un nudo se forma en mi garganta, las lágrimas amenazan con salir, pero me obligo a contenerlas, temiendo que, si comienzo a llorar, no podre parar, y no iré a Fuego Blanco.

—Ten mucho cuidado hija, en ese lugar no existen amigos, solo conocidos—murmuro con el rostro bañado de lágrimas, para luego darme un abrazo.

El silencio se vuelve más pesado, ya es hora de irse, Brandon se gira hacia mí y me abraza, asiento con la cabeza, mis ojos aun arden en lágrimas que amenazan con salir y de solo intentar pensar me duele la cabeza.

—Mucha suerte, hermanita—susurro

Mi corazón se congela, sabía que este momento llegaría, pero no tan pronto.

Mi padre me observa con compasión y ver como mi padre asiente lo hace todo más hostil, las palabras se quedan cortas. Se que está esperando que me retracte y no vaya, pero eso ya está decidido.

Paso una de mis manos por mis ojos para limpiar las lágrimas, la sala se queda en silencio, mi padre aprieta los puños, pero no se mueve.

Los ojos de mi padre me miran una última vez para luego darse la vuelta y salir de la sala.

Sharaht observa mi rostro detenidamente, para luego darme palmaditas en los hombros, que me indican que ya es hora.

• Regla uno, has todo lo posible por sobrevivir. No puedes perder ni un segundo pensado cuales serán tus próximos movimientos. Debes saberlo.

•Regla dos, controla la magia, no dejes que esta te controle a ti.

--Ya es hora—murmuro Sharaht

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⏰ Última actualización: Aug 04 ⏰

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