II.

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Al día siguiente, Evan lo despertó al alba. Louis se estiró, sintiendo cómo la rigidez matutina se mezclaba con un escalofrío persistente. Al levantarse, sus ojos recorrieron la habitación, viendo a los otros omegas desperezarse, sus sonrisas tranquilas y rostros serenos contrastaban con la fría claridad de la mañana. La imagen lo desconcertó.

Evan le dio ropa nueva: camiseta azul, pantalones grises, zapatillas cómodas y una chaqueta gruesa. Salieron de la casa y se adentraron en el pueblo envuelto en la penumbra matutina. Las calles estaban adornadas con luces de colores que brillaban débilmente en la penumbra, mientras banderines rojos y dorados ondeaban al viento.

—En unos días celebraremos el Festival de la Luna de Sangre —dijo Evan, su entusiasmo evidente en cada palabra—. La luna se torna completamente roja, y es muy especial para nosotros. Antes del festival, los omegas y alfas pueden enviar solicitudes de emparejamiento al Alfa.

Louis frunció el ceño.

—¿El Alfa decide quién se empareja?

Evan asintió.

—Es una tradición antigua que seguimos manteniendo. La luna roja es un símbolo de renovación para nosotros, y no hay mejor momento para tomar decisiones que afecten positivamente a la manada. Es primordial que el Alfa esté al tanto y lo apruebe.

Louis se detuvo abruptamente, sus ojos abriéndose un poco más mientras su voz vacilaba.

—¿Qué?

Recordó las historias que había escuchado de su abuela sobre festivales antiguos. Eran diferentes, pero siempre había algo particular en la forma en que las manadas honraban a la luna.

Evan se giró.

—Sí, ¡es maravilloso! Aunque para ti pueda parecer un poco extravagante, nuestro Alfa es muy sabio y, en la mayoría de los casos, acepta todas las solicitudes.

Louis avanzó lentamente para alcanzarlo, el asombro dibujado en sus facciones.

No pudo evitar evocar su pasado. No pudo evitar pensar a Jude.

Un peso familiar oprimió su pecho. La impotencia que había experimentado en su antigua manada volvía a resurgir.

—Me perturba la idea de casarme con alguien que no elijo.

El centro de la comunidad se desplegó ante ellos: una amplia plaza llena de actividad.

Omegas montaban coloridos puestos decorados con cintas y flores silvestres, armaban cometas y ensayaban con una suave música una danza ritual. Un grupo de niños colocaba flores en un altar improvisado. Observó la escena con asombro y envidia por la alegría que los envolvía.

—Hay diferentes maneras de hacerlo —siguió Evan, su voz serena—. El Alfa también puede elegir una pareja para un omega, alguien que sea capaz, fuerte e inteligente, alguien que pueda cuidarte y proveer para ti. Confiamos en él para tomar esa decisión, aunque en los últimos años ha hecho esto muy pocas veces.

Ambos se acomodaron en un banco de madera. El sol comenzaba a subir, y el aire fresco envolvía el ambiente.

—Justo anoche, Sevy y Teo iban a hablarme de ello —comentó, girándose para fijar la vista en el omega.

Louis no pudo evitar que su mirada se detuviera en Evan más de lo que pretendía, atrapado ante la impresión que causaba su presencia de líder, sentía una inquietud que no lograba entender del todo.

—¿De verdad? Entonces, ¿tienes curiosidad por encontrar pareja aquí? —preguntó, su mirada se afiló.

Louis se echó hacia atrás, sus dedos jugueteando con el borde de su abrigo. Mientras observaba el bullicio del festival, se sentía dividido. Por un lado, la calidez y el sentido de comunidad eran tentadores. Por otro, la idea de entregarse a una tradición que le parecía arcaica y opresiva le resultaba inaceptable. La lucha entre su deseo de pertenecer y su necesidad de autonomía lo atormentaba.

En el Territorio del Alfa 〔omega!louis〕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora