"El tiempo pasa y no te puedo olvidar, te traigo en mi pensamiento constante, mi amor"
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Muy cerca del final, espero verte. Quiero que me recibas con los brazos abiertos y que me beses con fuerza. Estoy anhelando la hora, la hora para volverte a ver, Jaemin.
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La casa de Jaemin era grande. Bueno, más que algunas, sí. Y su parte favorita de ésta, era su alcoba, donde tenía un pequeño balconsito, tan solo de algunos metros de ancho y de largo.
Y le gustaba tanto porque por ahí, en las noches, su novio iba a verlo. O también, de ves en cuando, el se escapaba cuando sus papás ya estaban por el 3er sueño.
Hasta que, bueno, sus papas los cacharon y le pusieron barrotes a la ventana que salía al balcón.
Y Jaemin pataleo, grito, lloro e hizo los más grandes berrinches que ni de niño había hecho. Pues le prohibieron ver a Jeno y eso era una tortura para ambos.
Aunque bueno, no duró mucho pues su madre se compadeció y los dejaba verse. Siempre y cuando no estuviera su padre, porque si lo veía por ahí, lo correría a patadas O balazos, quien sabe. Ya que, obviamente, a los ojos de la sociedad estaba mal (aunque nunca fueron una familia tan seguidora de las tradiciones) y porque el padre de Jaemin creía que Jeno no era suficiente.
Si bien, sus padres tenían buen puesto y no se llevaban tan mal con los de Jae, simplemente no terminaba de agradarle. Aunque acá entre nos, Jaemin pensaba que eran celos los de su papá.
Y hablando de el, Jeno recuerda la vez que, ya amenazados, se le ocurrió la grandiosa idea de llevarle serenata a Jaemin.
Y bueno, que les cuento, termino con el padre de Jae tirando balazos al aire y corriendolo de la casa antes que le atinara uno.
Pero claro que eso no les impedía verse. No señor. Para separarlos debían matarlos antes que estar lejos.
