La tienda

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Las campanitas que colgaban de la puerta rompieron el silencio cuando entró Melissa. Su larga pero delgada cabellera de color dorado se revolvió por el aire que venía detrás para después acomodarse suavemente por encima de los hombros.

El hombre sentado al final del mostrador casi ni se movió, únicamente miró hacia la chica a través de sus lentecillos redondos mientras daba vuelta a la página de su periódico.

Melissa se quitó los lentes de sol y arrugó ligeramente la cara antes de adaptarse a la luz interior de la tienda.

—Buenos días, ¿buscaba algo en especial?—preguntó el hombre dejando su periódico y acercándose

—No...solo estoy viendo

—Aahh, tenemos varias artesanías por si le agradan, aquí hay varios floreros, o si prefiere por acá hay unos platos, por allá unas blusas—dijo señalando en varias direcciones

—Gracias

Primero se acercó a los floreros. Algunos eran de barro, otros parecían hechos como de ramas de árboles pintados de varios colores y con las punta de los dedos los tocó ligeramente

  Después se acercó a un perchero de metal de color blanco que estaba un poco más adentro. Había varias blusas con bordados en la parte delantera en forma de flores y pájaros y un par de suéteres tejidos colgando de los dos tubos a desnivel que había. Las fue descolgando una a una.

—Puede probárselas si quiere, por acá hay un espejo también por si necesita

Melissa asintió con la cabeza intentando esbozar una ligera sonrisa y siguió mirando

De pronto timbró su celular. Cuando lo vió tenía un mensaje de Brad: todavía se iba a tardar un poco más en llegar, al parecer el mecánico aún no llegaba

"¡Bonita cosa!" pensó "varados en un pueblo en medio de la nada en plenas vacaciones"

Al menos llevaría algo, se acercó a unos trajes de baño y revisó la talla

—¿Cuánto cuestan estos?

—Los de ese montón doscientos cincuenta y los otros trescientos

Tomó uno, lo estiró, de lo acercó y se miró frente al espejo

—Me llevo este

—Claro, ¿algo más?

—No, sería todo—contestó mientras que el hombre del mostrador le hacía la cuenta, para poner en una bolsa el bikini y entregárselo

Melissa pagó y tomó la bolsa, luego se acercó a ver unos cuadros de paisajes muy pequeños pintados a mano, después vió otros cuadros de hilos que formaban figuras colgados en la pared.

Pero después su mirada se detuvo unos segundos en un cuadro en la pared. Parecían ser dos fotos pegadas de forma que hacían una sola en un marco de madera café claro. Del lado izquierdo aparecía una pareja de ancianos parados a un lado de un Supi, una tienda de conveniencia o como se dice comúnmente un mini-supermercado pero ambos con una pistola en las manos, lentes oscuros y con unos sombreros que honestamente les daban mucho estilo como a una película del oeste. Lo cual se le hizo algo gracioso a Melissa.

En la mitad derecha, estaba la misma pareja pero sentados en una banca en un parque riéndose como si los hubieran agarrado a la mitad de haberles contado un chiste. Se veían bien.

Notó que estaban tomados de la mano y no pudo sino pensar en Brad, su esposo, y en preguntarse si cuando tuvieran la edad de esa pareja estarían igual, riéndose también y juntos aún.

—En definitiva, muy buena foto—dijo el hombre acercándose

—¿Son sus papás?

—¿Qué?, no, no lo son, pero no me desagradaría si lo fueran, eran muy divertidos

Doña Eva y don Benito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora