C2: 2027, Australia

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Australia, 2027. La tierra que una vez fue conocida por su belleza natural y diversidad de vida silvestre se encontraba ahora en el infierno de su peor temporada de incendios forestales. Desde Sydney hasta Melbourne, el continente ardía, consumido por llamas que parecían inextinguibles. El cielo, teñido de rojo y negro por el humo, ofrecía un panorama desolador, que distaba demasiado de una posible solución para el país entero y su población.

En las afueras de Sydney, la familia Thompson se preparaba para evacuar su hogar. John Thompson, un bombero voluntario, estaba en la cocina llenando botellas de agua mientras su esposa, Emily, ayudaba a sus hijos, Ben y Lily, a empacar lo esencial.

—Ben, asegúrate de llevar tu inhalador—, dijo Emily, con una preocupación palpable en su voz, —El humo está empeorando—

—Ya lo tengo, mamá—, respondió Ben, metiendo el inhalador en su mochila.

John entró en la sala, su rostro cubierto de cenizas, —Tenemos que irnos ya. Los vientos han cambiado y el fuego se está acercando más rápido de lo que pensábamos—

Lily, la más joven, miró a su madre con ojos llenos de miedo, —¿Nuestro hogar se va a quemar, papá?—

John la levantó y la abrazó, —Haremos todo lo posible para salvarlo, pero lo más importante es que estemos a salvo nosotros. Las cosas se pueden reemplazar, las vidas no—

El camino hacia la seguridad era un caos. Las carreteras estaban llenas de vehículos intentando escapar, y el humo espeso dificultaba la visibilidad. John, conduciendo con determinación, mantenía la mirada fija en el camino.

—¡Mira, papá! ¡Canguros!— exclamó Ben, señalando a un grupo de canguros que huían del fuego. La imagen de estos animales icónicos saltando entre las llamas era un recordatorio desgarrador del alcance de la tragedia.

Emily encendió la radio para escuchar las actualizaciones, —Se espera que los incendios continúen propagándose debido a los fuertes vientos y las altas temperaturas— dijo el locutor, —Las autoridades piden a todos los residentes en áreas de riesgo que evacuen inmediatamente—

Finalmente, llegaron a un refugio temporal en el centro de Sydney. El lugar estaba lleno de familias desplazadas, todas compartiendo historias similares de pérdida y desesperación. Los voluntarios distribuían máscaras y agua, tratando de ofrecer algo de alivio en medio del caos.

John se encontró con otros bomberos y juntos discutieron las estrategias para enfrentar el fuego, —Nunca había visto algo así— dijo Mark, uno de los compañeros de John, —Es como si la tierra misma estuviera en llamas—

—Es el cambio climático— respondió John, —Las sequías prolongadas y las altas temperaturas han creado estas condiciones. Tenemos que adaptarnos y encontrar nuevas formas de combatir estos incendios—

Mientras tanto, Emily trataba de consolar a sus hijos, —Estamos a salvo aquí— les decía, —Papá y sus amigos están haciendo todo lo posible para proteger nuestras casas—

Pero la realidad fuera del refugio era aterradora. El fuego continuaba su avance implacable, arrasando con bosques y ciudades, dejando tras de sí un paisaje carbonizado. Los hospitales estaban desbordados con personas sufriendo de problemas respiratorios y quemaduras. Las imágenes de koalas heridos y animales muertos inundaban las noticias, haciendo evidente el impacto devastador en la fauna.

Una noche, mientras intentaban dormir en el refugio, Ben se acercó a su padre, —Papá, ¿cuándo terminará esto?—

John lo abrazó y respondió con sinceridad, —No lo sé, hijo. Pero lo que sí sé es que tenemos que luchar por nuestro futuro. Tenemos que aprender de esto y hacer todo lo posible para proteger nuestra tierra—

El amanecer siguiente trajo consigo un rayo de esperanza. Las lluvias, aunque leves, comenzaron a caer, ayudando a los bomberos a controlar algunos focos de incendio. La comunidad, unida por la tragedia, trabajaba junta para superar la adversidad.

Mientras las llamas se extinguían lentamente, quedaba claro que Australia enfrentaba un nuevo desafío: reconstruir no solo sus ciudades y bosques, sino también su relación con el entorno. La familia Thompson, como muchas otras, sabía que el cambio climático había alterado para siempre su forma de vida. Pero en medio de la destrucción, también encontraron fuerza y determinación para luchar por un futuro mejor.

Crónicas de un Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora