Prólogo: Una noche ideal para morir

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Reino de Rohaar

Año 860 D.O.

Llovía como no lo había hecho en meses. Tal vez años.

Era evidente que el enfrentamiento se estaba complicando; la victoria se les estaba yendo de las manos, del mismo modo que la lluvia resbalaba por la piel de los exterminadores como gotas de mantequilla. Fue apenas un error de cálculo, una distracción que no debió suceder; ellos eran solo dos y los esbirros del vampiro de plata cerca de siete.

Todo indicaba que el encuentro acabaría mal para los exterminadores. Era la primera vez que se enfrentaban a un príncipe nocturno.

Un rayo centelleó en la distancia.

Pero el vampiro se limitó a observar.

Rune, con un movimiento premeditado, desplazó la espada por el cuello de uno de los escoltas del vampiro de ojos de plata, la sangre contaminada le salpicó la cara mientras la cabeza del ghul rodaba a sus pies. Tuvo que saltar por encima del cadáver para atacar a dos más que se le venían encima. Casi no podía ver por la lluvia, sin embargo, sus oídos y reflejos estaban agudizados más allá del límite humano. Escuchaba a lo lejos el llanto desconsolado de una madre, había perdido a toda su familia a manos de los despiadados vampiros, pero aun así luchaba por su vida, al igual que Archer Tyrren, el líder del escuadrón.

—¡Tenemos que irnos! —gritó Archer, su voz ronca bajo el asedio de la lluvia— Ya no me quedan reservas de polvo negro, y el vampiro de plata es demasiado poderoso para nosotros. No tenemos opción de ganar contra él.

¡Vaya suerte!, pensó el pelirrojo. ¿Cómo habían llegado a esto? Se suponía que se enfrentarían a un vampiro de hueso, no a un príncipe del acero. A la distancia, el muchacho se percató de que los ojos plateados del vampiro estaban sobre él, estudiándolo.

Otro rayo rugió, esta vez, más cerca del punto de batalla.

Rune sabía que Archer tenía razón, no tenían oportunidad de vencerlo, a él también se le había terminado el polvo negro. Sus habilidades potenciadas no permanecerán por más tiempo. Sin embargo, ¿cómo lograrían huir ilesos? Los ghuls continuarán retornando mientras el príncipe vampiro no fuera derrotado. Su cuerpo se movía prácticamente solo ante el ardor que palpitaba en su pecho; el poder del misterioso polvo pronto se extinguiría, pero a pesar de ello seguía desplazándose hacia adelante, desgarrando la piel de las criaturas inmortales que lo atacaban con desenfreno.

—¡Saca a la mujer de aquí! —le gritó Rune a Archer colocándose a su lado y apartándose de la cara algunos mechones rojizos—, Les daré algo de tiempo para que alcancen los caballos.

La mujer se agazapó contra el cuerpo de Archer, aterrada y exhausta.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó el exterminador calvo, desconcertado. Él, en el fondo, sabía que Rune podía volverse muy terco y necio bajo ciertas circunstancias, a tal punto que no dudaba en poner en riesgo su propia vida para salvar a sus compañeros como si ese fuese solo su deber.

¿Ha enloquecido?

Un par de ghuls resistían todos los ataques de los jóvenes exterminadores, cuyas habilidades comenzaban a debilitarse, se movían ágiles y blandían sus enormes garras como si se trataran de filosas dagas de plata. Rune tenía que apresurarse si quería salvar a su líder y a la mujer.

—No te preocupes, te seguiré apenas se me haya apagado la flama —aseguró el muchacho.

Archer dudó. Volteó para ver a la mujer quien parecía no aguantar por mucho más tiempo el combate. Tenía una herida en el abdomen. Percibió su miedo en los ojos, su rabia y otra cosa más... una suerte de siseo. Entonces giró rápido con el filo de la espada que cortó el aire, y con un solo golpe derribó al ghul que se les acercaba por detrás.

El Alma del Vampiro, libro I (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora