Fernando siempre había sentido algo especial por María José desde que la conoció. Con solo verla, su corazón latía con fuerza y el mundo parecía iluminarse a su alrededor. No importaba si el día estaba nublado o si él estaba agotado, verla le daba toda la energía y paz que necesitaba. Fernando sintió un amor profundo y sincero por ella, un amor que ni siquiera sabía cómo expresarse.
Estaban solos era el momento perfecto como si el tiempo se hubiera detenido para dejarles espacio. Después de tantos años, ahí estaba él, con la misma sonrisa que recordaba, pero en sus ojos había una madurez. Su corazón latía como loco, cada vez la cercanía quemaba el pecho de María José. Casi sin pensar, como si el universo la hubiera guardado de las desgracias solo para vivir aquel momento.
Cuando por fin estuvo a solo unos centímetros, él también la miró, como si no creyera que realmente fuera ella. No hicieron falta palabras, solo se quedaron allí, mirándose, redescubriéndose en silencio. Lentamente, él alzó la mano y la rozó suavemente en el rostro, como si tuviera miedo de que se desvaneciera. Ella cerró los ojos y sintió que todas las emociones, todas las palabras que nunca dijeron no hacían ahora.
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En cada suspiro, soy tuya
AléatoireDesde el primer momento en que nuestras vidas se cruzaron, supe que había algo especial en ti. Este diario nace con el propósito de capturar cada pequeño detalle, cada recuerdo, y cada emoción que me has inspirado.