Capítulo 2: Las Cicatrices de la Injusticia

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El apartamento de Jungkook se había convertido en el nuevo refugio de Taehyung. Aunque pequeño, el espacio estaba lleno de calidez y amor, algo que Taehyung no había sentido en mucho tiempo. Sin embargo, la tranquilidad del hogar de Jungkook no podía borrar las heridas profundas infligidas por su padre.

Cada noche, Taehyung se despertaba sobresaltado por pesadillas en las que revivía la brutal confrontación con su padre. Los gritos, el golpe y las palabras llenas de odio resonaban en su mente, dejándolo temblando y sudoroso. Jungkook siempre estaba allí para consolarlo, susurrando palabras de amor y promesas de un futuro mejor, pero Taehyung sabía que el camino hacia la paz interna sería largo y arduo.

En la universidad, Taehyung intentaba mantener una apariencia de normalidad. Se enfocaba en sus estudios y participaba activamente en el grupo de apoyo LGBTQ+, donde conoció a otros jóvenes que compartían sus miedos y esperanzas. Sin embargo, la sombra de la discriminación seguía acechando. Los murmullos y las miradas de desdén eran constantes recordatorios de que su lucha por la aceptación estaba lejos de terminar.

Un día, durante una protesta pacífica organizada por el grupo de apoyo, Taehyung y Jungkook se encontraron en el centro de una confrontación violenta. Un grupo de manifestantes anti-LGBTQ+ había irrumpido en la marcha, lanzando insultos y objetos a los participantes. Taehyung sintió una mezcla de miedo y furia mientras veía a sus amigos ser atacados por simplemente existir.

-¡Deberían avergonzarse! -gritó uno de los agresores, arrojando una botella hacia el grupo.

Jungkook, siempre valiente, se interpuso entre Taehyung y los atacantes, dispuesto a proteger a su amado a cualquier costo haciendo que saliera lastimado. La confrontación escaló rápidamente, y la policía intervino para dispersar a ambos grupos. Taehyung fue llevado a un lado por un oficial, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba a Jungkook siendo empujado y golpeado.

-¿Estás bien? -preguntó el oficial, aunque su tono mostraba más preocupación por mantener el orden que por el bienestar de Taehyung.

-Sí, estoy bien -respondió Taehyung, aunque su voz temblaba. Sus ojos no se apartaban de Jungkook, que ahora estaba siendo escoltado lejos de la multitud.esa noche, en el apartamento, Taehyung se derrumbó. La injusticia de la situación, la constante lucha por ser aceptado y el temor por la seguridad de Jungkook lo abrumaron. Sentado en el suelo, abrazado por Jungkook, dejó salir todas las lágrimas que había contenido.

-No puedo seguir viviendo así, Kookie -dijo entre sollozos-. No sé cuánto más puedo soportar esta lucha constante.

Jungkook lo sostuvo con fuerza, sus propios ojos llenos de lágrimas en sus rostros había heridas recién curadas esas heridas,esos golpes que mostraban su cruel realidad.

-Te prometo que encontraremos una forma, Tae -respondió suavemente-. Juntos, superaremos esto. No estás solo.

Los días siguientes fueron difíciles. Taehyung y Jungkook asistieron a sesiones de terapia juntos, tratando de encontrar maneras de sanar y fortalecerse mutuamente. El grupo de apoyo también fue una fuente invaluable de consuelo y consejo. Pero a pesar de los pequeños momentos de alivio, la realidad de la homofobia en Corea seguía siendo un peso constante sobre sus hombros.

En una sesión particularmente emotiva del grupo de apoyo, Taehyung compartió su historia con otros miembros. Habló de la violencia y el rechazo que había sufrido, y de su temor constante a ser descubierto y atacado nuevamente. La empatía y el apoyo de los demás lo conmovieron profundamente, pero también le hicieron darse cuenta de la magnitud del problema.

—No somos los únicos —dijo una joven llamada Jisoo, con la voz quebrada por la tristeza—. Hay muchos más como nosotros, sufriendo en silencio. Este mundo es cruel; las personas que nos discriminan se esconden en la ignorancia y detrás de una imagen religiosa para lastimarnos.

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