Capítulo 3: Dolor en lo Cotidiano

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El sonido del despertador rompió el silencio del apartamento. Taehyung y Jungkook se levantaron lentamente, sus cuerpos aún marcados por la violencia reciente. Cada movimiento les recordaba las cicatrices invisibles de su lucha diaria.

Esa mañana, decidieron ir a la cafetería cercana antes de ir a la universidad, un intento de encontrar un respiro en medio del caos. Paseaban de la mano, tratando de aferrarse a los momentos de normalidad que la vida les ofrecía. Al entrar en la cafetería, notaron cómo las miradas se clavaban en ellos como dagas. Se sentaron en una mesa al fondo, pero los susurros no cesaban.

-Mira, esos dos otra vez. No deberían estar aquí -dijo una mujer mayor, claramente disgustada.

Taehyung sintió un nudo en el estómago. Quiso ignorarla, pero la presión de sus miradas y el veneno en sus palabras lo hacían imposible. Jungkook, tratando de proteger a su amado, apretó su mano con fuerza y continuaron con su café, pero los comentarios no cesaron.

-¿Por qué no se esconden? Nadie quiere ver eso mientras desayuna -murmuró otro cliente, lo suficientemente alto para que lo escucharan.

El miedo y la impotencia se apoderaron de Taehyung. Sintió que el suelo se abría bajo sus pies, tragándose la poca paz que habían logrado construir. Jungkook, con el corazón acelerado, intentó mantener la calma, pero el ambiente se volvía cada vez más hostil.

Cuando finalmente salieron de la cafetería, sus cuerpos estaban tensos, como si cada músculo se resistiera a seguir adelante. En la universidad, la discriminación era más sutil pero igual de hiriente. Profesores que evitaban mirarlos, compañeros que susurraban a sus espaldas, creando un ambiente de constante tensión.

Durante una de las clases, el profesor hizo un comentario sarcástico sobre la homosexualidad, mirando directamente a Taehyung y Jungkook. La sala estalló en risas, y ellos se sintieron pequeños, insignificantes ante la burla.

-Si se sienten incómodos, pueden irse -dijo el profesor, sonriendo con malicia.

Taehyung sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero se negó a darles el gusto. Aguantó la clase con la mandíbula apretada, mientras Jungkook intentaba consolarlo con miradas de apoyo. Pero los insultos y las risas resonaban en sus mentes, un recordatorio constante de que no eran bienvenidos.

En una tarde lluviosa, decidieron tomar el autobús para regresar a casa. Se sentaron juntos, intentando mantener un perfil bajo. Sin embargo, la tranquilidad duró poco. Un hombre se levantó y comenzó a gritarles, señalándolos con desprecio.

-¡No deberían estar aquí! ¡Dejen de contaminar este lugar con su inmundicia! -vociferó, atrayendo la atención de los demás pasajeros.

Nadie intervino. Las miradas de reproche y disgusto se clavaban en ellos como cuchillos. Un grupo de adolescentes comenzó a lanzarles papeles y objetos pequeños, riéndose mientras lo hacían.

-¿No te cansas de vivir como unos maricas? -dijo uno de ellos, mirándolos con desprecio.

Taehyung intentó responder, pero el nudo en su garganta lo ahogaba. Jungkook se levantó para defenderlo, pero el hombre y los adolescentes lo rodearon, empujándolo y golpeándolo sin piedad. Los golpes comenzaron a llover sobre ellos, cada puñetazo y patada llenos de odio y desprecio. Taehyung cayó al suelo del autobús, sus gemidos de dolor mezclándose con los insultos que los rodeaban.

-¡No vuelvan a mostrarse en público! -espetó uno de los chicos, lanzando un último golpe antes de marcharse.

Cuando finalmente quedaron solos, Taehyung y Jungkook se abrazaron, sus cuerpos temblando por el dolor y el miedo. No era la primera vez que enfrentaban la violencia, pero cada ataque dejaba marcas más profundas, erosionando su espíritu.

De regreso en el apartamento, Taehyung trató de limpiar las heridas de Jungkook, sus manos temblorosas por la mezcla de rabia e impotencia. Jungkook lo miró con tristeza, sabiendo que no podían seguir viviendo así.

-Tae, no sé cuánto más podremos soportar -susurró, su voz quebrada por el dolor.

-Lo sé, Kookie -respondió Taehyung, sus ojos llenos de lágrimas-. Pero tenemos que seguir luchando. No podemos dejar que nos destruyan.

Las noches siguientes fueron un tormento. Cada sonido exterior los hacía saltar, temiendo otro ataque. En la universidad, la discriminación era constante. Profesores que evitaban mirarlos, compañeros que susurraban a sus espaldas, creando un ambiente de constante tensión.

Una tarde, mientras caminaban por el campus, Taehyung fue abordado por un grupo de estudiantes. Los empujones y las palabras llenas de odio se repitieron, recordándole que no había lugar seguro para ellos.

-¿No te cansas de vivir como un marica -esas malditas palabras siempre recorren mi mente. Ayer fueron insultos, hoy golpes, ¿y mañana? ¿Será mi muerte? ¿Cuánto más podremos soportar yo y mi Kookie? ¿Cuánto más debemos esperar para que esta gente estúpida e ignorante nos ataque hasta acabar con nosotros?

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6 _febrero_ 2010

Esta gente es asesina, toda esta puta gente es una mierda. Por su culpa han sido lastimados mis amigos, me han lastimado a mí y a mi novio. Nos tratan peor que la basura, ¿por qué? ¿Por ser diferentes? ¡Váyanse a la mierda, todos ustedes!
sentimos el peso de sus miradas, el odio en sus palabras y la violencia en sus acciones. Cada día es una batalla para sobrevivir en un mundo que no nos quiere, que nos rechaza por simplemente amar a quien amamos. Anoche, mientras abrazaba a Jungkook, podía sentir su miedo, su dolor. Sus lágrimas eran un reflejo de las mías, un testimonio de la crueldad de una sociedad que se niega a aceptar nuestra existencia,aunque fingimos ser fuertes y nos tragamos nuestras lágrimas, por dentro nos estamos rompiendo. Cada día es una lucha constante contra un mundo que nos odia por lo que somos.

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